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Ensayo sobre la cultura

Los estudiantes se quejan

JOSÉ LUIS HERRERA ARCE

Cuando uno quiere tener quince minutos de fama, no se amarra la lengua para que las culpas caigan en los demás y aparecer como el bueno de las películas intentando esconder sus propias debilidades. Hace una semana, leí unas declaraciones que algunos alumnos hacían sobre la universidad y no estando de acuerdo con ellos, expongo mi comentario.

Dicen que los planes son obsoletos. No sé en que se basen, si en la universidad últimamente se ha dedicado a modernizar todos los planes de estudio y las metodologías de aprendizajes, centrándolo en los alumnos. Lo mismo que sobre la capacidad de los maestros, hoy para poder aspirar a una plaza de tiempo completo, se exige el nivel de doctorado. Yo no digo que del todo se cumpla, pero por lo menos esa es la exigencia.

El problema educativo no se puede achacar a sólo una de las partes. El día de hoy y en todos los niveles sociales, el joven está más desubicado que nunca. Muchos, se inscriben en una universidad para no entrar a clases. Van a la escuela que convierten en un club social. Les importa más el desayuno que asistir a clases, convivir con los amigos que cumplir con una obligación a la que se comprometen cuando se inscriben en una escuela.

Se dice que el alumno es quien tiene que investigar sobre los contenidos, pero bajo el mínimo esfuerzo, siempre encontrará una razón para no profundizar en los tópicos que se le encargan, debiendo el maestro que complementar la información con el sistema antiguo a riesgo de darla por perdida.

Los métodos son una intención de cambio. Para que esto suceda, se necesita de un cambio de actitud. Si éste no se da, entonces la intención fracasará.

Muchos de los problemas a los que nos enfrentamos es que no están bien planteados. Preferimos los caminos fáciles a los profundos conocimientos de los problemas, por eso no resolvemos nada porque el único interés es la demagogia.

Muchos jóvenes no asisten a la universidad con el deseo de aprender. Llegan a ella con el afán de obtener un título. Piensan que por inscribirse, les debe de llegar en consecuencia como si fuera de automático sin que se requiera esfuerzo personal. Crasa equivocación.

Sin vocación, estos jóvenes serán una lacra familiar, porque tampoco van a encontrar un trabajo y la culpa será de la situación, no de su falta de preparación, y seguirán por la vida sin comprometerse por nada, queriéndolo todo gratuito.

La culpa no es de ellos, sino de la sociedad, que les va mostrando una serie de valores que los relaciona más con el tener que con el ser; o que fundan al ser con el tener más que con la realización personal y humana del individuo. Se les muestra la sencillez de la apariencia, del disfrute circunstancial del momento, la vida en el aquí y en el ahora evitando las responsabilidades. La escuela, de cualquier tipo, se encuentra desarmada ante la tecnología que muestra la vida fácil apetitosa escondiendo las consecuencias de deshumanización de la sociedad y las instituciones.

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