Este tipo de hombres extraños se han convertido en una verdadera lacra social. Pretendiendo representarnos, nos han metido en sucesivas desgracias, de las cuales nos será difícil salir. Se reproducen como una plaga en partidos chicos y grandes, estatales y nacionales, de todos los sabores y los colores y hacen magia con la credulidad del pueblo, quienes han puesto en ellos su confianza y a cada rato la traición está presente. Se me antoja que el común denominador, en estos días, es perseguir sus fines particulares en contra del bien de la nación.
Pero el político también osa moverse en el plano de la ficción, puesto que inventa la realidad que quiere que nosotros creamos a pies juntillas, a pesar de estar viviendo otra muy diferente. Una ciudad donde siguen apareciendo muertos, está en calma. Una ciudad sin inversión y sin crecimiento económico se asemeja al paraíso terrenal, todo para quedar bien y acallar a las críticas.
Los políticos pierden la conciencia histórica, aunque cada año recordamos lo del 68'. Deja que los movimientos se acrecienten como avalanchas, sin darles respuestas, pensando que así desaparecerán, únicamente porque cierran los ojos. Lo de Guerrero se les puede salir de las manos como se salió lo del sesenta y ocho y entonces sí, en la pérdida de la paz social, nadie sabe quien habrá de pescar en río revuelto.
Izquierda, derechas, centro, cualquier partido político que me mencionen, se han vuelto un peligro para el futuro de los ciudadanos que sólo anhelan poder vivir en paz, con los pequeños placeres de la vida cotidiana. Cada vez es más difícil llevar a cabo este deseo si cuando sales te arriesgas a no volver, si lo que tienes, se puede perder, si la familia se encuentra insegura, si tus hijos pueden desaparecer de la noche a la mañana en plena edad de los sueños y los proyectos para el futuro.
Nadie se consuela con perder a sus hijos o con perder sus bienes. Nadie puede mantener la calma cuando ya hace tiempo no hay soluciones a los problemas. Nadie está dispuesto en creer en las mentiras ni en las medias verdades, nadie. Nadie quiere ir hacia el hambre, hacia las colas para conseguir alimentos, vivir bajo la suela de una dictadura, perder los beneficios que tiene la democracia. Pero nuestros políticos son ciegos, no se importan más que ellos mismos, por eso azuzan, exprimen, mienten, por eso adornan nuestra cruda realidad con sus palabras.
Los reyes se creyeron los dueños de las vidas de los seres humanos y los mandaban a comer bizcochos, cuando se quejaban de no tener pan. (Historia de María Antonieta) Y quedaron sin cabeza: María Antonieta, Luis XVI, Danton y Robespierre. Fernando VII anuló las cortes de Cádiz, y vino a perder todo un continente. De los imperios del siglo XIX, hoy sólo queda el recuerdo. ¿Quién les asegura a los políticos no perder sus privilegios?
¿Cuánto más aguantarán los sindicatos siendo propiedad de un individuo o de una familia? ¿Cuánto más aguantarán los ciudadanos pagar deudas que no son suyas? ¿Cuándo más, el no tener futuro para sus familias, sus negocios? ¿Cuánto, la incompetencia que no resuelve? ¿Cuánto, el arriesgar la vida a diario?
El hilo se rompe por lo más delgado. Hoy, más que nunca, pendemos de hilos delgados. Se nos ha terminado el cariño por la ciudad y por el país. Se nos ha terminado la credibilidad. Se les ha terminado la vergüenza, ya la gallina de los huevos de oro se encuentra en los estertores. Sin gallina no hay oro, sin paz social no hay nada, sin seguridad no hay quien arriesgue en fuentes de trabajo.
Ciego es el que no quiere ver. Al pueblo, si no lo dejan ver, lo siente en carne propia. Nadie se resigna a perderlo todo. Señores políticos, siento decirles que ustedes ya no representan a nadie. Cuando todo se pierde, ya no hay nada que perder y se pone en juego la vida.
Espero que esto no sea el punto final de nuestra historia.