Las noticias diarias nos hablan de que nuestro mundo se nos está desmoronando. El discurso político nos quiere referir a que estamos en el mejor de los estados y en el mejor de los países y que los problemas se van solucionando. La gente ya no le cree al discurso y no se come el espectáculo lastimoso del político que se gasta nuestro dinero en darse publicidad. El pueblo sale a las calles y grita que ya está harto de que no se resuelvan los problemas nacionales de que no se encuentren a los normalistas perdidos, de que nuestra economía se vaya a pique, de que ya no exista credibilidad.
La corrupción se encuentra en todas partes y en todos los partidos y todos los políticos se quieren deslindar en vez de responder por sus responsabilidades. ¿Quién ha dejado infiltrar a esos asesinos a las filas políticas? Nadie dice yo.
Festejamos la revolución, el imaginario de una revolución que nos ha traído al estado lastimoso en que se encuentra nuestra patria. A lo mejor ya estamos en los antecedentes de otra revolución sin darnos cuenta puesto que a los problemas no se les da solución. En aquellos tiempos don Porfirio no escuchó a Ricardo Flores Magón y se burló de Madero, en estos tiempos no se le da la debida importancia a las voces disidentes y se nos trata de distraer la atención con superficialidades. ¿La casita blanca? Que nos muestren todos los políticos sus respectivas casas, sus trajecitos de marca, sus cochecitos de lujo; desde donde han dejado pendiente la discusión del salario mínimo.
Tampoco supieron escuchar las voces de la juventud del 68, ni la sierra de Guerrero o de Chiapas. Creen que todo va a acabar en el ostracismo, que los cañonazos de 50 mil pesos acallarán las voces; las de las madres, los padres, los hermanos que lloran por los suyos, como lloraron en su tiempo las madres y las abuelas de la Plaza de Mayo en Argentina.
La realidad puede ser vencida con los imaginarios que se cocinan desde el poder. Aprenden bien las lecciones de Maquiavelo. Los Juegos Panamericanos pueden servir para distraer las atenciones. Hoy ya casi ni nos acordamos de los zafarranchos de los maestros en el estado de Oaxaca; de la misma forma la gente se olvidará de los problemas de México; nadie ha comentado que el Chapo Guzmán ha conseguido un amparo: el agenda setting funciona y funciona muy bien.
El imaginario nos habla de un mundo aséptico, sin los circos que explotan a los animales, como si la economía del país estuviera tan bien como para afectar negocios que siempre han sido legales. ¿Creen que a ellos les interesa? Es lo que está de moda, lo que van copiando de los llamados países del primer nivel.
La realidad se impone a este imaginario que intentan construirnos alrededor. El crecimiento va declinando, se prevé que será menor para el año que entra. A dónde nos ha traído el Tratado de Libre Comercio y la incapacidad de resolver problemas.
Lo peor de todo es que la credibilidad está por los suelos. Ya no creemos en nadie. Lanzarnos a la lucha para conseguir ¿qué? ¿Cuál es el ideal? ¿La opción? ¿La utopía? Ya sabemos quiénes son los malos, los buenos nos han ido decepcionando, se corre el riesgo de caer en una dictadura; de esas es muy difícil escapar y no reparten la riqueza, reparten la pobreza e instituyen las modernas monarquías.
La corrupción es la firma de los que estamos viviendo. No es la primera vez que en la historia se viven momentos como estos. Habrá que salir del estado de corrupción que no escuchan ni a Savonarola, ni a Lutero ni a Marx ni a Madero ni a Zapata. La gente quiere vivir tranquila y quiere vivir bien, tener derecho a un futuro digno de un ser humano, a un mundo donde cada quien cumpla con sus responsabilidades.
Nos hemos dejado engañar con la vida fácil; eso no ha funcionado nunca en ninguna parte. La civilización se ha construido a base de esfuerzo y se ha destruido cuando se relaja la disciplina y señorea la corrupción. La vida fácil nos ha traído al problema que hoy nos es imposible solucionar.
