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Ensayo sobre la cultura

Querido Santa:

JOSÉ LUIS HERRERA ARCE

Ya que te has querido apropiar de esta fecha, la cual no te corresponde, porque lo que festejamos es el nacimiento de Jesús de Nazareth, y yo no sé qué tenga que ver este gran acontecimiento histórico con tu risa estruendosa y el hecho de que a pesar de tu obesidad quepas por el tiro de las chimeneas, entonces hazte cargo de mi lista de presentes que deseo obtener para esta Navidad:

Primero: Quiero un futuro para la región; según dicen, en otras regiones, a pesar de todos los problemas desatados por la corrupción y los políticos que se han dejado comprar por ella, el crecimiento sigue dándose y existen mejores condiciones de vida o por lo menos posibilidades económicas para salir del atolladero y la nuestra se ha quedado rezagada cuando no ha mucho se preciaba de ser una zona pujante de los grandes esfuerzos y sueños. Un centro comercial destruido y zona industrial menos preciada; ni las piñatas lograron rescatar aquel espíritu de antaño, será porque cada vez el aguinaldo alcanza para menos. Llena tu costalito de futuro regional y llena a La Laguna de ilusiones.

Segundo: Concédeme memoria; bueno, no a mí, sino a nuestros políticos, porque al parecer han olvidado cual fue el grito que provocó nuestra revolución que tanto proclaman, porque todos osan llamarse revolucionarios y precisamente el principio fue lo del sufragio efectivo y no reelección, y ahora quieren comenzar a reelegirse disque por la experiencia y yo más pienso que es por el sueldo, porque ¿dónde podrían cobrar un sueldo que no del todo devengan, de tales dimensiones? Si hoy comienza el poder legislativo, el ejecutivo pretenderá continuar por el mismo camino y no habrá ni Dios bendito que les impide ejercer un puesto sacrificándose por la nación. Quien se perpetúa en el poder se olvida del hambre de los pobres, por eso hay que estar renovando el personal legislativo, el ejecutivo y el judicial. De todos modos, el hecho de que los problemas de México y de la región no se hayan resuelto, prueba que los que ahora están son incapaces de resolverlo y que se reelijan sería perpetuar nuestros problemas.

Tercero: Regálales un libro de historia, pero que sea realista y profunda para que comprendan que las relaciones con el gran imperio no siempre han sido del todo generosas ni son la panacea. Dibújales un mapa para que se den cuenta cuanto de su territorio nos pertenecía y platícales cómo llegó a ser de ellos: les dimos la mano y se tomaron el pie; ahora les ofrecemos la industria del petróleo y no nos vayamos a quedar sin país; nuestros políticos no se han dado cuenta de cómo se las gastan desde Pointisec o desde antes de ese señor.

Cuarto: Cerebro para nuestros futuros gobernantes; si nos otorgas otros como los actuales, no tardará mucho en aparecer la hambruna porque los tratados de los comercios libres sólo nos ha llevado a ofrecer la mano de obra barata y a inundar nuestros mercados de mercancía chatarra de la cual se puede prescindir. No hagas tan efectiva las campañas de mercadotecnia que engañan sobre la modernidad; concédele cerebro a los consumidores o ya de perdis inventa una aplicación para los aparatos cibernéticos donde el hombre aprenda a pensar, porque yo no creo que piensen mucho aquellos que se olvidan de comer por tener contratado un wasapp o como se escriba para estar comunicado con alguien que se encuentra lejos cuando a los cercanos se les ignora.

Quinto: Concédenos esperanzas. Te ha de parecer ridículo, pero lo que más necesito esta Navidad son esperanzas; aunque no creo que sea el campo en el que te distingas. Tú repartes ilusiones guajiras que tiene que ver con la capacidad económica. Más bien, las esperanzas se depositan en el pesebre de aquel que nació sin nada y logró cambiar la historia proponiendo una nueva forma de vivir que todo el mundo ha olvidado.

Yo sé que inútil resulta escribirte esta carta, pero se trata de no perder la tradición. Tú te puedes seguir riendo de las cartas ilusas, pero a los hombres no nos queda otra cosa que continuar insistiendo. La felicidad se ha de encontrar en alguna parte y todo lo que se puede pedir es un poco de felicidad.

Te daré las gracias cuando me concedas el regalo; aunque dicen que es preferible dar que recibir; aún creo en esa máxima.

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