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ENSAYO SOBRE LA CULTURA

Franz Kafka

José Luis Herrera Arce

Seguramente, las relaciones familiares de Kafka marcaron los derroteros de su obra. En Cartas al Padre, puede uno enterarse de lo álgido de la relación y de la incomprensión. La falta de apoyo, la incomprensión, la constante crítica a sus actos, influyen para que a través de la literatura se muestre un mundo caótico y absurdo en donde el ser humano se ahoga. Si a eso se le agrega el tiempo histórico en que le tocó vivir, la Primera Guerra Mundial y los años posteriores de la entreguerra, ya contamos con los elementos necesarios para intentar comprender la obra de un hombre que nos entrega un estilo literario único, donde se refleja la deshumanización del hombre, el antecedente del absurdo y del existencialismo que vinieron a identificar las obras literarias del principio del siglo XX.

La metamorfosis es el corolario del sentido del hombre que se mete a guerras absurdas para ser derrotada la humanidad. Hay que recordar que la primera guerra fue una guerra de trincheras que se mantuvo de esa forma por años y habría que meterse en los zapatos de los soldados que fueron utilizados para ello, como un acercamiento a lo que pudieron sentir en ese momento estático de disparos sin ganar ni perder terreno.

El hombre que una vez se despierta para verse convertido en insecto, pasa de ser el sostén de su familia y una persona productiva a convertirse en un estorbo repugnante que poco a poco va perdiendo su sentido familiar. Al final, es desechado, eliminado, recluido, ignorado.

Este sentimiento de ser repudiado ha de haber sido un reflejo de su situación familiar o de su conciencia histórica. El sentido de ser del hombre queda pulverizado sin esperanza de recuperar su antiguo valor.

Porque este acecho se puede sentir en otra de sus novelas El proceso. La deshumanización se nota desde un principio, el hombre deja de tener nombres para ser identificado solamente por una letra. Es otra de las características del estilo Kafkiano. De la letra al número no existe mucha distancia, y esta cosificación la ha venido sintiendo el hombre a través de todo el siglo pasado.

En el proceso, una persona es citada para que comparezca ante las autoridades por un delito. Nunca llega a saber en qué consiste su delito por más que quiere enterarse. Lo traen de una oficina a otra, pero no sale de la duda y al final es condenado con la pena máxima.

El hostigamiento sin conocer las razones fueron sufridas por muchos seres, en todos esos sistemas totalitarios donde su delito era poseer ciertas características que no concordaban con lo que el propio poder juzgaba justo o normal. Una inquisición que se extiende a los países fascistas, a los países comunistas y a los propios Estados Unidos del Macartismo, donde según esto se perseguían comunistas por serlo, juzga y condena sin que los hombres sepan a qué se deba su culpabilidad.

Los grandes autores son el reflejo de su tiempo, por eso Kafka y ese mundo que lleva su nombre, se distingue por ser un fiel exponente de la angustia del principio de siglo que no logra encontrar su tranquilidad en ninguna parte. El hombre que se sabe estar convirtiendo en una cosa, pero que por más que busca no puede evitar ese destino, no va a encontrar la felicidad.

Lo complejo de su mundo lo lleva a ello; aunque se enamora, no puede concretar su unión al ser amado, no llega a casarse. Es un enfermo de tuberculosis y la enfermedad lo ha de llevar a la tumba. Su mundo interior se desparrama en sus novelas, pero éstas son guardadas en un cajón. Son sus amigos quienes habrán de rescatarla para darla a conocer al mundo. Después, resultan que se convierten en un hito literario y referencia para poder entender otras expresiones de su tiempo, como el teatro del absurdo o la novela existencialista.

La solución al mundo kafkiano no está dada. Lo vivimos hoy, cuando van desapareciendo las utopías de la faz de la Tierra. La angustia permanece, la cosificación que te lleva a ser una extensión de la máquina o pieza de un sistema económico que ha perdido el humanismo para convertirse en una lucha de mercados de mano de obra barata. No despertamos del sueño, tal vez no estemos convertidos en un bicho, pero sí en una tuerca, en un miembro de una sociedad de masas que ha perdido su sentido de ser.

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