México lleva mucho tiempo sufriendo las protestas de los maestros por los cambios en las reformas educativas que suponen un mayor control por parte del Estado, en cuanto a la calidad del nivel de conocimiento y habilidad que deberían poseer los educandos. Muchos quisieran que las cosas no cambiaran para mantener las áreas de confort, aunque ello suponga afectar gravemente la vida del país por no permitir que salga de su nivel de incompetencia y ante la globalización dejarlo desarmado y en desventaja.
Nos damos cuenta que México no es el único en donde sucede este fenómeno, ahora es en España donde los estudiantes se han puesto en huelga por los cambios que se quieren efectuar en su sistema y que a muchos no les gusta por afectar sus intereses. Entre otras cosas, se sube el costo de la educación (que eso sería una razón válida para la protesta), pero también se ponen en marcha acciones para detectar a los estudiantes que no están capacitados para seguir estudios superiores y se vuelve a rescatar materias que allá se le llama religión, dándose la opción de ser intercambiado por una materia que tenga relación con la ética.
La educación ha dejado de ser lo que se suponía que era porque ya no se estudia por el gusto de saber o de complacer a una vocación y habilitarte lo mejor posible para ejercer una profesión en bien de la sociedad. Ahora, se estudia para obtener un título, el papel que se supone te permite el acceso a mejores oportunidades de obtener un mayor salario. Aunque en la realidad, la producción de tanto titulado incompetente lo único que ha producido es el abaratamiento de los profesionistas que hoy ganan lo que en la antigüedad ganaba una secretaria ejecutiva, si no es que hasta menos.
La educación ya no genera bibliotecas, aunque el nivel universitario suponga el inicio para los caminos de la investigación, bien se sabe que muchos, y podría atreverme a decir que la mayoría de los estudiantes, ni siquiera se ven en la necesidad de obtener libros, y no es que las tecnologías te acerquen a los conocimientos, por el contrario, les están permitiendo atrofiar sus habilidades porque aparentemente facilitan salvar el momento aunque a la larga los mantenga en la ineptitud. Los sistemas laxos les permite avanzar en el proceso educativo arrastrando deficiencias que pueden demostrarse en su falta de dominio en la escritura, en la escasa cultura general, en la poca habilidad para las matemáticas, y en la nula ética profesional.
La ética, o algo similar, la sociedad la está pidiendo a gritos. No se puede seguir viviendo con la inseguridad social que ha trastocado todos los aspectos de nuestra vida cotidiana. Pero la falta de ética está en todos los niveles y hoy por hoy, ninguna institución se salva de padecerlo: incluyendo la escuela y la iglesia y no digamos la política, la economía y el comercio. Dejamos que las filosofías maquiavélicas nos impongan sus condiciones y nos volvemos peor que animales. Generamos desconfianza y con ellos destruimos el cuerpo social.
Los delincuentes es lo visible del gran iceberg. Por debajo del agua están todos aquellos ciudadanos que se aprovechan de la situación para medrar sin importar las consecuencias de sus acciones; ejemplo, un secretario sindical no se puede dar la vida de un multimillonario cuando ninguno de sus representados tiene acceso a un sueldo que le permita tales lujos. No se le puede permitir a un doctor promover operaciones innecesarias nada más por sus afanes de lucro. Ninguna institución, llámese estado o iglesia, tiene el derecho de encubrir delincuentes.
Valor: es todo aquello que nos sirve de medio para conseguir un objetivo. La escuela, como promotora de valores, debería de cuestionarse cual es el objetivo que quisiera conseguir como ente social. Si el sistema educativo se corrompe, entonces toda la vida social seguirá siendo corrupta y no hay nada que hacer.
El presente, ya de por sí, nos resulta pesado y negativo. La educación no es sacar un título que no va a servir de nada. La educación nos debería habilitar para resolver los problemas que no estamos resolviendo. No es el negocito de moda, es un arma importante que nos exige pensar.