Para que exista la cultura, tiene que haber una tradición, o más bien dicho, las tradiciones son un elemento fundamental en la forja de valores culturales dentro de una sociedad. Es el tiempo lo que le da valor a los usos y costumbres de los pueblos y es en el tiempo en donde se encuentra el fundamento histórico de los actos en los cuales los pueblos depositan su razón de ser.
En estas fechas, muchos gustan de viajar a aquellos pueblos donde existen ciertas expresiones peculiares que año con año se mantienen. Algunos pueden ser simples, otros llenos de riqueza. Han conseguido la fama por haberse mantenido año tras año no importando los esfuerzos. Dan la razón de ser a los quehaceres cotidianos que se preparan cíclicamente para que la expresión de una creencia no decaiga. Existen personas designadas en cuya responsabilidad se deposita la continuación de la fe. A algunos no les importa invertir todo lo que tienen con tal de que los rituales se continúen.
Así como es la fiesta religiosa, lo es la fiesta cívica. Las principales fechas se festejan porque tienen un significado en el devenir histórico de los pueblos. La independencia sigue significando la libertad, y la revolución, la justicia social. Y al niño se le inculca respetar el festejo y participar en él como un elemento fundamental en la comprensión del concepto de patria.
Es el tiempo quien le va dando valor a las tradiciones. El año es un ciclo que pasa por varias etapas en donde se vive de manera peculiar en ciertos días porque en ellos encontramos un sentido especial en la convivencia. Navidad sería una de las fechas importantes, como lo puede ser el día de la madre, o en los pueblos aún no contaminados por la modernidad, la fiesta del santo patrón. En estos días especiales, por lo general se comparte la comida hasta con el extraño, como una forma de extender la fraternidad más allá de las fronteras familiares. Esa es la razón de la reliquia, no importando el santo al cual se le otorgue.
Es el tiempo quien año con año ha mantenido la importancia de las fiestas en la ciudad. Podríamos enumerar la de San Juditas Tadeo que muchos creyentes festejan mes con mes, siendo el principal octubre o noviembre, no lo recuerdo bien. La fiesta de la Virgen de Guadalupe. La Feria, aunque haya cambiado varias veces de nombre, y en cierta etnia, las fiestas de Covadonga. No podemos olvidar, en los últimos decenios, la representación de la pasión en el Cerro de la Cruz. Solamente el tiempo y la constancia es lo que avala la validez de la expresión.
Lo cual quiere decir que el uso cultural no se hace por decreto. Se puede proponer, pero nunca decretar. Así como el tiempo fortalece los usos y costumbres, también lo puede ir eliminando hasta hacerlo desaparecer, porque a las personas les deja de importar ejecutarlo.
Cuantas cosas que hubieran podido ser buenas en nuestras tradiciones han muerto porque no hubo continuidad; por ejemplo, la fiesta de las etnias que era un reconocimiento a todas aquellas personas de diferentes nacionalidades que construyeron nuestra región. Cuantas otras cosas se mantienen a pesar de la falta de apoyos oficiales y sólo sobreviven por el interés de los particulares; como el movimiento teatral de la ciudad, la danza clásica, la música, los grupos literarios o la pintura.
Cuantos espacios han muerto, como el Jardín de los Cipreses, o están en riesgo de desaparecer, como el Teatro Mayrán. Cuantos han sido rescatados, como el Teatro Nazas y el Martínez, y cuantos sólo son parte de la historia, como el salón Javier.
La cultura se construye y se destruye todos los días. No es cuestión de un genio que imponga, sino labor cotidiana de los habitantes de una región que se expresan a su modo, y hacen de ello su voz peculiar. El promotor cultural es un sabio que sabe escuchar y fortalecer.
En la cultura, se hace necesaria la continuidad. Si cada cuatro años, o cada seis, hacemos borrón y cuenta nueva, nunca vamos a lograr hacer surgir expresiones culturales de importancia. El tiempo, sólo el tiempo, la continuidad es lo que edifica la cultura.