Cultura Cultura columnas editorial

Ensayo sobre la cultura

La educación patito

JOSÉ LUIS HERRERA ARCE

Ya uno no puede sorprenderse de lo que dicen las noticias; según parece, nunca vamos a tocar fondo y el país que se imaginaron nuestros padres ahí se quedará, en la imaginación, en el mundo de los sueños o las utopías. En todas partes surge la corrupción, hasta en aquellas que parecían ser sagradas, como la iglesia y la educación.

Noticia vieja la de los maestros aviadores; lo que no es tan viejo es que cobraran tanto y menos aún que abundaran los lupitos y las lupitas que a través de los años se atrevieran a cobrar tales cantidades de dinero. ¿Adónde llega? A los bolsillos de algún corrupto que ha demostrado su inteligencia por medio de uno de los innumerables delitos que se cometen en nuestro país protegidos por la inmunidad.

Seguramente, tienen que estar asociados sindicatos y autoridades para poder disponer de esas fortunas que deberían de servir para mejorar la calidad de las instalaciones educativas o los niveles de vida de quienes sí cumplen con sus obligaciones magisteriales. Es aquí cuando uno se cuestiona en qué han venido a parar los movimientos sindicales en México, para responderse que son la protección de quienes delinquen de muchas formas amparados en ellos, o que se han encumbrado como clanes que explotan, a su modo, a la clase trabajadora, habiendo salido, los explotadores, de esa misma clase y habiendo sido elegidos para proteger los derechos laborales.

La riqueza está ahí a la mano. Tontería es dejarla ir, hay que hacerse millonarios, competir para salir en el Forbes, no importa que pierdas la dignidad en el camino. Pero eso no es lo peor, la juventud de México está a su cargo, y para obtener sus fines, se han llevado entre los pies a la niñez que aprende los valores a partir de los ejemplos que les dan. Posiblemente, a temprana edad, les hayan enseñado lo que es la vida real, la lucha del hombre contra el hombre, o los parámetros que Maquiavelo les enseñó a los príncipes y ese sea el motivo de que en los últimos años haya proliferado tanta corrupción en nuestro país.

La "no reelección" tenía razón de ser en el grito de Madero, que las personas no se encumbraran en el poder para que de esta manera se estuviera renovando la verdadera voz del pueblo. Cuando te encumbras, te pasa lo mismo que a don Porfirio Díaz, te llegas a creer indispensable frente a un grupo de personas que consideras incapacitadas y te comienzas a rodear de todas las adulaciones de aquellos que intentan engañar al poderoso para conseguir sus fines particulares.

En nuestro país, los secretarios generales se llegan a convertir en millonarios, y no sólo eso, heredan sus hijos el puesto como si se tratara de un negocio particular o un reino de antaño. Para esto tiene que existir la contraparte: el timorato, el trabajador que se va acostumbrado al paternalismo y que se conforma con lo poco o mucho que le dan, según sea el caso, y que permite que las organizaciones se corrompan porque eso también le resulta conveniente.

Hoy, se nos está cayendo el sistema. El país marcha a la deriva por más discursos que se quieran hacer para demostrar lo contrario. Hemos defendido tanto los derechos que creemos tener que nos hemos olvidado de las obligaciones frente al país y frente a la historia. Muchos han de pensar que ser sindicalizado es sacar los máximos privilegios sin tener que aportar nuestro mayor esfuerzo a la función que realizamos.

¿Ustedes se imaginan a un maestro corrupto hablando sobre la patria, sobre el civismo, sobre los héroes, sobre Villa y sobre Zapata, sobre Marcos o el movimiento del 68? Cómo se han de reír de los ilusos que nos dieron patria. Deja de tener sentido rendir honores a la bandera porque la historia misma deja de ser un río que fluye a algún mar importante. ¿Adónde fluye el sacrificio de los Mártires de Chicago, la Casa del Obrero Mundial, y todos aquellos que sacaron de las condiciones de esclavitud al obrero mexicano y al trabajador? A las fortunas millonarias de los actuales líderes que no quieren dejar el puesto porque en ningún otro lugar se podría disfrutar de vida tan privilegiada.

Hay que reírse de los niños que toman clase debajo de un árbol o que tienen que utilizar un mesabanco en malas condiciones. Y hay que reírse de su hambre. Los maestros luchan por sus privilegios y ya se ve cuáles son esos privilegios. Tenemos una educación patito por estas razones. Mientras no protestemos, continuaremos igual.

Leer más de Cultura

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Cultura

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 995638

elsiglo.mx