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¡Es una bajeza!

ADELA CELORIO

"Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda", ("Don Quijote de la Mancha", capítulo primero).

Como podemos leer, hasta el Ingenioso Hidalgo hubo de pagar por su comida. "Ganarás el pan con el sudor de tu frente hasta que vuelvas a la misma tierra de donde fuiste sacado" (Génesis 3:19). Dios provee a cada pájaro su alimento, mas no se lo echa al nido. En este mundo hasta las cucarachas están obligadas a conseguir el sustento. "No hay lunch gratis". Millones de mexicanos nos levantamos cada mañana a ganar nuestro pan; a perseguir la chuleta dicen los más pretenciosos. Con el sudor de su frente, pero también con el esfuerzo de todo su cuerpo han de ganarlo los menos favorecidos, aquellos a quienes nuestra sociedad les ha negado la más elemental instrucción, y están por lo tanto destinados a conseguir su pan realizando trabajos de los llamados "3D" (Dirty, Difficult and Dangerous) o sea, los trabajos más sucios, difíciles y peligrosos. Para ellos, pedir al Señor el pan de cada día no es una oración ni una frase de liturgia, es asunto de sobrevivencia que comienza cuando muy de madrugada, en cualquier esquina de camino al trabajo, se acercan a la vaporera que además de un poco de calor, contiene tamales.

Ahí, rompen el ayuno con una llenadora guajolota (torta de tamal) que con el respectivo atole cuesta poco, pero si se suma a lo que deben pagar por "pasajes" para llegar al trabajo -cuando lo consiguen- este gasto consume una buena parte del salario mínimo que perciben los miles de albañiles, los estibadores, los barrenderos. Los "diableros" que trabajan literalmente como burros para comerse las propinas. Todos ellos deben elegir entre o tamal, o torta, o taco. O, o, o. No esto y lo otro porque el mísero salario ha de rendir para que coman también los chamacos y hasta la mujer; cuando alcanza. Si hay suerte y cuentan con una pareja chambeadora, ella se las arreglará para coser, lavar, planchar ajeno para añadir algo al paupérrimo salario; y como la mayoría de las mujeres mexicanas realizará el milagro cotidiano de la multiplicación de las tortillas y hasta diversificará la masa en gordas, tlayudas, picadas, garnachas; con objeto de hacer más llenadores los frijolitos del diario.

Eventualmente alcanzarán los centavos hasta para comprar un poco de leche a los chiquillos. En un nivel económico menos precario, pero sin duda difícil, por poco dinero los empleados de corbata se quitan el hambre en cualquier fonda sencilla y cercana al trabajo. Alimentarse como Dios manda es más caro cada día y por más ahorradoras y bien administradas que sean, las amas de casa dejan en el mercado una gran parte del dinero que perciben. Ni modo, aquí y en China, hay que pagar el sustento. Desafortunadamente hay más de cinco millones de mexicanos que por falta de fuentes de trabajo o la falta de preparación para realizarlo, están impedidos para comprar alimentos.

Ellos padecen hambre y sus niños mueren de desnutrición. Ellos, en pobreza extrema, son un magnífico pretexto para que sexenio tras sexenio se implementen cruzadas contra el hambre que por lo que hemos podido ver enriquecen a quienes parten y re-comparten mientras multiplican a los hambrientos.

Está claro que a nadie le regalan el pan, o bueno, casi a nadie porque indudablemente Dios tiene a sus elegidos, unos quinientos que se dan el lujo de comer sin pagar por ello dado que los jugosos ingresos que perciben por esto y por lo otro; son sólo para sus alfileres. Lo que ellos llaman alimentos y que consisten en suculentas comilonas y bebelonas en carísimos restaurantes, es cubierto por los contribuyentes. La grasa excesiva de sus papadas, el brillo de los cachetes y sus sonrisas satisfechas dan testimonio de sus privilegios. En un país de más de cinco millones de hambrientos; comer y beber a cuenta del contribuyente es una rotunda bajeza. Es indudable que esa gente ha de sudar lo suyo para conseguir la chamba de diputados y senadores.

Ahí sí que hay que desmelenarse porque son muchos los que lo quieren y pocos los que lo consiguen; aunque cualquier zancadilla o traición vale la pena ya que una vez asegurado el puesto habrán superado el plebeyo afán de ganar el sustento. Deben estar convencidos de que ya sudaron lo suficiente para conseguir la curul. Entre las promesas de campaña de Peña Nieto estuvo la de eliminar a los plurinominales, y él, siempre tan cumplidor, como que se lo está dejando para lo último cuando es evidente que la ancestral paciencia de quienes viven en pobreza extrema se ha agotado. La miseria es una bomba de tiempo cuya mecha ya está encendida; y para muestra, ahí está Michoacán.

adelace2@prodigy.net.mx

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