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Esperando

FEDERICO REYES HEROLES

La visita es obligada. Está a unas cuantas cuadras del malecón, no tiene vista al mar. Es una más de las casas de El Puerto que, al igual que en La Habana, son ya posesión del salitre. Los colores pierden fuerza y la sensación de abandono, las atrapa. Un porche sencillo donde puede uno imaginar un par de mecedoras y una boca que echa humo, es la recepción. La sala pequeña y oscura tiene vista sobre un jardín estrecho. Creo que hay una palmera, pero igual puede ser un engaño de mi memoria. Su despacho debe medir tres por dos metros con un diminuto escritorio y un par de sillas para los dialogantes. Hay algunos libros, nada de llamar la atención. Las recámaras, dos, son de las dimensiones imprescindibles: una cama, dos burós y un ropero. En uno de ellos cuelgan todavía sus trajes, lo cual es un poco macabro.

De allí salía caminando para una buena partida de dominó. Fue su refugio de los últimos años. El expresidente mexicano podía caminar, igual en El Puerto de Veracruz que en la Ciudad de México saludando a sus paisanos, sin temor a reclamos o improperios. De joven se sumó a la lucha contra Huerta. Allí una breve carrera militar lo llevó a ser pagador de las tropas del Ejército Constitucionalista. La muerte de su padre lo obligó a dejar los estudios de contabilidad para aportar al gasto familiar. Llegó a Mayor y pidió su retiro. Fue tesorero durante la campaña de Ávila Camacho y después Oficial Mayor de la Secretaría de Gobernación. Estuvo donde había. En 1944 logra su sueño: ser Gobernador de su estado. A la muerte de Héctor Pérez Martínez, Adolfo Ruiz Cortines es designado como Secretario de Gobernación y de allí a la Presidencia. Tuvo días muy difíciles en su período con movimientos sociales de estudiantes, ferrocarrileros, una devaluación y otros. Pero al final logró su propósito de imprimir austeridad al gobierno. Quería el contraste con su antecesor y lo logró.

El mejor monumento al expresidente es precisamente esa casa. Pero Ruiz Cortines junto a De La Madrid y Zedillo son excepciones. Se comprende que la Presidencia les cambie la vida y que, en ocasiones, tengan que buscar otro alojamiento al dejar Los Pinos. Pero, por qué salir a la estratosfera con instalaciones que son ofensivas para los mexicanos. La historia es larga, de la Casa de Ávila Camacho al Centro de Estudios del Tercer Mundo o "La Colina del Perro" o el majestuoso Centro Fox, donde, por cierto, hay actividades muy loables. Enrique Peña Nieto y su esposa están frente a lo que puede ser su gran tropiezo. Le llaman La Casa Blanca y todo mundo espera una explicación convincente. Pero no se ve fácil.

Quizá el patrimonio de ella después de una exitosa carrera, pero aun así las descripciones de la mansión hablan ya de una pérdida de sensatez pues el inmueble es popular por sus dimensiones. Es la casa de una familia rica, muy rica. ¿Desean que esa sea la imagen que perdure? Triste herencia. Pero por si fuera poco en la propiedad está inmiscuida una de las empresas que resultó beneficiada por la gestión de Peña Nieto como gobernador y que además forma parte del consorcio que pujó por la concesión del Tren de Alta Velocidad a Querétaro. Hay un potencial conflicto de intereses. La empresa que vende la casa a la familia Peña Rivera estaba y todo indica que estará en tratos con uno de los proyectos insignia de la gestión. ¿Por qué meterse en este lío de lodo? ¿Cómo entender este error mayúsculo en quienes hasta ahora han mostrado sensibilidad?

Al regresar el PRI al poder la consigna de los opositores y el temor de la ciudadanía era precisamente que las viejas mañas de corrupción priista se reinstalaran. Peña Nieto se acerca apenas al primer tercio y ya abundan los rumores sobre manejos opacos y turbios en una gestión en que habrá muchísimos recursos para obra pública. Ahora estamos frente a un escándalo, un enjambre que costará mucho trabajo aclarar, eso en caso de que exista esa posibilidad. Muchos expresidentes latinoamericanos han dado ejemplo de que la probidad es el mejor seguro para la supervivencia pública larga. Belisario Betancourt, José María Sanguinetti, Ricardo Lagos, Fernando Henrique Cardoso, Oscar Arias, Michelle Bachelet, el propio Zedillo. Ellos son ejemplo del inmenso poder del ejemplo que, por desgracia, creo que EPN perdió.

La Presidencia de la República es un patrimonio común necesario para la cabal conducción de México. La Presidencia no le pertenece a un partido, a una familia, estará allí en 2018 y en 24, renovada en las caras y personajes, pero al fin y al cabo será la misma institución que nadie tiene derecho a poner en duda, a degradar, a manchar. Se dirá que las instituciones no se corrompen, pero se les puede prestigiar o desprestigiar y hay herencia. México merece una explicación sólida de La Casa Blanca. Suponiendo que existe el error político ya fue muy grave. Qué tristeza tirar así un patrimonio; qué coraje que no podamos superar esas debilidades. En el horizonte la grandeza austera de Ruiz Cortines crece y crece. Tristeza y enojo mientras esperamos.

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