Partisán le llamamos al cachorro juguetón y destructor que nos obsequió un amigo y que con el tiempo se convertiría en un perrazo de evidente nobleza. Alto, fuerte, con patotas de oso y un magnífico pelambre gris que consciente de su guapura, el galán pavoneaba en el jardín. Llegado el momento de los ímpetus juveniles, nuestro Partisán cavó un túnel bajo la bugambilia de la barda para salir por las noches a conocer el mundo. Sus parrandas deben haber sido épicas porque días después aparecía flaco, agotado y ojeroso. Era sin embargo, un perro joven y se recuperaba fácilmente para reemprender sus excursiones nocturnas hasta que el peso del tiempo le cayó encima. Fue perdiendo el interés, comenzaron a dolerle las articulaciones -tiene un principio de artritis- dijo el veterinario; y Partisán se echó frente a la tele a mirar el futbol. Tristón, con el hocico clavado y una especie de acidia andaba mi perro, hasta que un buen día los vecinos le trajeron una joven y bellísima Alaskan Malamut -como él- que lo entusiasmó. Se olvidó de su artritis, recuperó la galanura y asedió a la guapísima hasta que consiguió lo que según afirmaba mi abuela, "todos los machos quieren".
Sin embargo, el entusiasmo le duró bien poco al Partisán. Después de unos cuantos apareamientos (eficientes eso sí, porque la guapísima quedo preñada y nos dio tres cachorros preciosos) el vejete volvió a clavar el hocico. Tengo entendido que a orangutanes, osos, leones y cualquier especie de mamífero en su versión macho (es indudable que hay excepciones) el entusiasmo y la energía sexual que recobran frente a una hembra joven les dura muy poco.
Imagino que el éxito del Viagra se debe a que consigue mantener en los hombres entrados en años, la ilusión de que pueden "sacar juventud de su pasado". Cartera mata carita, calvicie, y panza, flacidez, y seduce a las jóvenes por un rato. Después, decepcionadas ellas, los abandonan o les ponen los cuernos.
Muy a propósito del "Día de la Mujer" que estamos celebrando, respondo con todo este rollo al paciente lector que me escribe un correo muy sincero que dice así:
Tengo 60 años y estoy felizmente casado, pero cuando leo sus artículos, a veces pienso que yo me comporto como lo hace "su Querubín" y me da terror que mi esposa pueda llegar a pensar igual que usted: que no tengo la misma pasión que ella puede tener en este momento de la vida". [..] Creo que ella quisiera que en nuestra relación hubiera la misma pasión que hace treinta años. Lamentablemente se llega a la edad en que uno siente el cansancio físico y sobre todo en la que se manifiesta en uno la parte más desagradable de la chamba que hace la bilogía a través de las hormonas: no sólo se vuelve uno pelón, arrugado y panzón; sino que le proporciona a uno menos energía física, y hace estragos en el desempeño sexual. Con frecuencia me pregunto si mi desempeño sexual volvería a ser el mismo que tenía hace treinta años si ahora mismo, a mis sesenta tuviera una relación con una chica de 27 años con todo en su lugar. Me imagino que sí".
Después de largos años de observación, Freud se preguntó: ¿qué es lo que quieren las mujeres? Pues ahí le va señor Freud: Una de las quejas más frecuentes de las mujeres, aún en las jóvenes parejas; es que para los hombres el sexo se limita a la copula. Para nosotras la sexualidad es mucho más ambiciosa. Tiene que ver con la complicidad e incluso con la forma en que se tramitan esos difíciles primeros minutos de la mañana. Tiene que ver con reconocimiento, el buen humor y que no nos miren como si fuéramos parte del mobiliario. Eventualmente nos gustaría un masaje en los pies (conste que sólo lo he visto en películas) o un lavado de cabello como el que hace Robert Redford a Meryl Streep en "Recuerdos de África". Queremos parejas que tengan "[…]ojos para ver, nariz para oler, dedos para acariciar y orejas para ser frotadas con las yemas de los dedos igual que la jorobita de la jorobada, o la pancita de Buda -que traen suerte- y después, lamidas y besadas" (Los cuadernos de Don Rigoberto" Mario Vargas Llosa, Edit. Alfaguara).
Queremos un compañero que mantenga viva la curiosidad, que esté abierto a aprender cosas nuevas, a tratar con gente diferente. Queremos que nuestro hombre apague la tele y encienda la vida. Que nos sorprenda con su ingenio y su imaginación para seguirlo admirando.
Queremos que nuestra pareja tenga siempre presente que el órgano sexual más activo en las mujeres es el oído, y es por eso que caemos rendidas ante cualquiera que nos hable bonito. Un buen conversador es un amable -o sea, merecedor de ser amado- compañero de vida. Sin menospreciar la importancia del sexo, más que compartir el lecho las mujeres necesitamos alguien con quien compartir los sueños.
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