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El investigador Jorge Ponseti de la Universidad de Kiel, Alemania, sometió a 56 sujetos con diferentes preferencias sexuales a un complejo examen en el que debían observar a distintas personas con el objetivo de determinar cuáles o que factores de ellas les despertaban un interés sexual.
De los 56 estudiados 13 eran pedófilos homosexuales y 11 pedófilos heterosexuales a los que Penseti sometió a imágenes 'altamente excitantes'.
Cada participante fue evaluado con un escáner que midió su actividad sexual, en donde el titular de la investigación se percató de un peculiar fenómeno.
Los sujetos no pedófilos del experimento revelaron que sentían excitación sexual cuando veían a determinadas personas que les resultaban atractivas, todas éstas tenían rostro maduro. Mientras que al pasar imágenes de niños despertaba en ellos un sentimiento de protección.
Lo contrario ocurrió con los pedófilos, quienes al parecer este sentido lo tienen alrevés, puesto que al ver a un menor en lugar de tener sentido de protección sintieron alta excitación, lo que revela que este tipo de sujetos confunde dicho sentimiento.
Jorge Ponseti dedujo que el cerebro posee una especie de filtros o redes que permiten 'clasificar' a las personas y de acuerdo a lo observado éste genera determinadas emociones. En el caso de los pedófilos esta característica se lleva en un sentido contrario que al resto de las personas.
El cerebro detecta la edad de un rostro y la relaciona a determinadas emociones, en el caso de los menores con el de protección y con el de los rostros maduros con el de la sexualidad pero esto no ocurre con los pederastas.
A raíz de esta investigación el científico alemán considera que es posible detectar a pedófilos potenciales e inclusive tratarlos como enfermos y así prevenir sus terribles actos.