El regreso de Humberto Moreira Valdés del autoexilio que se impuso en la ciudad de Barcelona, a donde fue con el propósito anunciado de realizar algunos estudios, ha dado lugar a comentarios en la prensa nacional y local, que especulan sobre las razones que haya tenido el dicho personaje para regresar al país.
Su paso por la gubernatura de Coahuila se caracterizó por un manejo tan irresponsable como ilícito de la hacienda pública, en aras de labrarse una carrera política populista a partir de generar un control férreo en el clase política coahuilense, que eliminó la de por sí exigua división de poderes hasta entonces existente y crear una costosa estructura electoral que le permitió imponer a su hermano como sucesor en el cargo.
El acceso súbito a la riqueza, brindó al entonces gobernador la disposición ilimitada de recursos que le permitió trepar hasta obtener la presidencia del Partido Revolucionario Institucional en vísperas de las últimas elecciones federales, en base a una serie de alianzas inconfesables con gobernadores priistas de otras entidades federativas, a quienes ayudó a acceder al poder o a transmitirlo a otros políticos de ese mismo partido.
Al término del quinto año de su gobierno, Humberto dejó la gubernatura de Coahuila y obtuvo la presidencia nacional del PRI, mediante un golpe de mano que sorprendió a muchos de los propios jerarcas de dicho partido, que al descubrir al menos de manera presuntiva el origen de la fuerza de Moreira en dineros de dudosa procedencia, aprovecharon para destituirlo, antes de que su permanencia como líder del PRI, pusiera en riesgo la recuperación de la Presidencia de la República en favor de dicho partido.
El escándalo de la llamada megadeuda fue mayúsculo. En sólo cinco años pasó de trescientos millones de pesos a treinta y seis mil millones, convirtiendo a Coahuila en el estado de la república más endeudado por habitante, ya que el promedio del adeudo per cápita es cuatro veces superior al promedio del resto de los Estados de la República.
La deuda no es cosa del pasado, sino que cada mes los bancos acreedores pasan la factura de los intereses por cantidades que oscilan en los quinientos millones de pesos, que representan una sangría para el patrimonio de los coahuilenses, en demérito de la calidad y cantidad de la obra y los servicios públicos. Detrás de la megadeuda, vendrían otros escándalos como los resultantes de la infiltración del crimen organizado en los más altos niveles de la Fiscalía y las corporaciones policiacas del Estado.
A pesar de las insistentes demandas de justicia que existen, exigiendo a Humberto y a Rubén Moreira que expliquen el destino de los recursos obtenidos a partir de la megadeuda, las autoridades de Estado y Federación ponen oídos sordos, y sólo las investigaciones que por lavado de dinero existen en los Estados Unidos, mantienen la esperanza de que en el caso se hará justicia.
Sin embargo, el desprestigio no hace mella en Humberto, quien envalentonado por pasadas glorias, no ha dejado de ser noticia desde los días de su aparatosa dimisión como dirigente del PRI. Para un político de tiempo completo como Moreira, su exclusión del poder equivale a un vacío existencial, una especie de infierno, por lo que de tiempo en tiempo aparece presumiendo su dispendioso estilo de vida e incurre en extravagancias irracionales como la de exhibir literalmente el pellejo en las redes sociales, bajo el principio según el cual, primero muerto que discreto.
La estrategia mediática extrema de Moreira, se atiene a la capacidad de dominio escénico de la que se siente portador y a la poca capacidad de reacción que reconoce a una sociedad civil que el exgobernador advierte sometida.
Humberto no se reconoce como factor determinante en la derrota electoral sufrida por el PRI de Coahuila en las pasadas elecciones municipales y por el contrario, atribuye el colapso al vacío que dejó su ausencia y a lo que considera como ineptitud de su hermano Rubén a quien impuso como sucesor. Moreira Humberto, viene dispuesto a demostrar que su retorno, es la única garantía que tiene el tricolor, para conservar la gubernatura a tres años vista.