¡El verdadero valor del anillo… AUTOESTIMA!
Habíamos estado hablando sobre la necesidad del reconocimiento y valoración. Don Jorge me había explicado la teoría de Maslow sobre las necesidades crecientes.
Todos necesitamos el respeto y la estima de afuera para poder construir nuestra autoestima. Yo me quejaba entonces de no recibir la aceptación franca de mis padres, de mi esposa, de mis hijos, de no ser el compañero elegido de mis amigos, de no poder lograr el reconocimiento en mi trabajo.
-Hay una vieja historia -dijo don Jorge, mientras me pedía que le sirviera un poco más de vino tinto- de un joven que fue con un sabio en busca de ayuda. Su problema me recuerda al tuyo.
Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerza para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro, sin mirarlo, le dijo:
-Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después… -y haciendo una pausa agrego: si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después quizás te pueda ayudar.
-E… encantado, maestro -titubeó el joven pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
-Bien, asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo meñique de la mano izquierda y dándoselo al muchacho, agregó-: toma el caballo que está allí afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Vete ahora y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.
El joven tomó el anillo y partió.
Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes. Éstos lo miraban con algún interés, hasta que el joven decía lo que pretendía por el anillo.
Cuando el joven mencionaba la moneda de oro, le daban la vuelta y se marchaban, sólo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia para explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. Con el afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y una de bronce, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro, y rechazó la oferta.
Después de ofrecer su joya a toda persona que se cruzaba en el mercado -más de cien personas- y abatido por su fracaso, montó el caballo y regresó.
Cuánto hubiera deseado el joven tener él mismo esa moneda de oro. Podría entonces habérsela entregado al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir su consejo y ayuda.
Maestro -dijo-, lo siento, no es posible conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie con respecto del verdadero valor del anillo.
Qué importante lo que dijiste, joven amigo -contestó sonriente el maestro-. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y busca al joyero. ¿Quién mejor que él, para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo.
El joven volvió a cabalgar. El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con su lupa, lo pesó y luego dijo: Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que cincuenta y ocho monedas de oro por su anillo.
¡¿Cincuenta y ocho monedas?! -Exclamó el joven-. Sí -replicó el joyero-, yo sé que con el tiempo podríamos obtener por él cerca de setenta monedas, pero no sé… Si la venta es urgente…
El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
Siéntate, -dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como este anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. ¿Qué hacer por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?
Y diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo meñique de su mano izquierda.
"La esperanza es algo bueno, tal vez lo mejor. Y lo bueno nunca muere. Estaré deseando que estas palabras te encuentren, y te encuentren bien".
Espero que estas palabras nos permitan sentirlas a la luz de nuestras familias, pues decía Jesús, "No me digas que me amas, dime cómo vives". "La familia que reza unida, permanece unida". Iniciativa laguna un proyecto de valor y de valores para los laguneros y el mundo.
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"QUIEN NO VIVE PARA SERVIR, NO SIRVE PARA VIVIR".