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FAMILIA SIRVIENDO A LA VIDA

Germán de la Cruz Carrizales

DESPERTAR... ES

En este día del Niño… PAPÁ OLVIDA

"Escucha hijo: voy a decirte esto mientras duermes, una manecita metida bajo la mejilla y los rubios rizos pegados a tu frente humedecida. He entrado solo en tu cuarto. Hace unos minutos, mientras leía mi libro en la biblioteca, sentí una ola de remordimiento que me ahogaba. Culpable, bien junto a tu cama.

Esto es lo que pensaba, hijo: me enojé contigo. Te regañé cuando te vestías para ir a la escuela, porque apenas te mojaste la cara con la toalla. Te regañé, porque no te limpiaste los zapatos. Te grité, porque dejaste caer algo al suelo.

Durante el desayuno te regañé también. Volcaste las cosas. Tragaste la comida sin ningún cuidado. Pusiste los codos sobre la mesa. Untaste demasiada mantequilla en el pan. Y cuando te ibas a jugar y yo salía a tomar el tren, te volviste y me saludaste con la mano y me dijiste: "¡Adiós, papito!"; y yo fruncí el ceño y te respondí:" ¡Ten erguidos esos hombros!".

Al caer la tarde todo empezó de nuevo. Al acercarme a casa te vi de rodillas jugando en la calle. Tenías agujeros en las medias. Te humillé ante tus amiguitos al hacerte marchar a casa delante de mí: ¡Las medias son caras y si tuvieras que comprarlas tú, serias más cuidadoso! Pensar hijo, que un padre diga eso.

¿Recuerdas, más tarde, cuando yo leía en la biblioteca y entraste tímidamente, con una mirada de perseguido? Cuando levanté la vista, impaciente por la interrupción, vacilaste en la puerta. "¿Qué quieres ahora?", te dije bruscamente.

Nada, respondiste, pero te lanzaste en tempestuosa carrera y me echaste los brazos al cuello y me besaste, y tus bracitos me apretaron con un cariño que Dios había hecho florecer en tu corazón y que ni aun el descuido ajeno puede agostar. Y luego te fuiste a dormir, con breves pasitos ruidosos por la escalera.

Bien, hijo; poco después fue cuando se me cayó el diario de las manos y entró en mí un terrible temor: ¿Qué estaba haciendo en mí la costumbre? La costumbre de encontrar defectos, de reprender: esta era mí recompensa a ti por ser un niño. No era que yo no te amara; era que esperaba demasiado de ti. Te medía según la vara de mis años maduros y hay tanto de bueno y de recto en tu carácter. Ese corazoncito tuyo es grande como el sol que nace entre las colinas. Así lo demostraste con tu espontáneo impulso de correr a besarme esta noche, hijo.

He llegado hasta tu cama en la oscuridad, y me he arrodillado, lleno de vergüenza.

Es una pobre expiación; sé que no comprenderías estas cosas si te las dijera cuando estás despierto. Pero mañana seré un verdadero papito. Seré tu compañero y sufriré cuando sufras y reiré cuando rías. Me morderé la lengua cuando esté por pronunciar palabras impacientes.

No haré más que decirme, como si fuera un ritual: "No es más que un niño, un niño pequeñito".

Temo haberte imaginado hombre. Pero al verte ahora, hijo, acurrucado, fatigado en tu camita, veo que eres un bebé todavía. Ayer estabas en los brazos de tu madre, con la cabeza en su hombro. He pedido demasiado, demasiado.

"La esperanza es algo bueno, tal vez lo mejor. Y lo bueno nunca muere. Estaré deseando que estas palabras te encuentren, y te encuentren bien".

A la luz de nuestras familias, decía Jesús, "No me digas que me amas, dime cómo vives". "La familia que reza unida, permanece unida". Iniciativa Laguna un proyecto de valor y de valores para los laguneros y el Mundo.

Estoy a sus órdenes en la dirección electrónica: despertar_es@live.com. A través de Twitter: @Germandelacruzc Lo invito a visitar mi blog con más de 290 artículos de su interés: www.familia.blogsiglo.com

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