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Rediseñando el presente

Todos tenemos la obligación de intentar cambiar las circunstancias que nos perjudican (un servidor).

Resulta que la delincuencia nos está afectando a todos.

Hasta los legisladores, esos señores que viven sin pena y con mucha gloria y también mucho dinero, y por si fuera poco tienen chapa de corso con el dichoso fuero, también ya les llegó la lumbre a los aparejos con los secuestros, robos y extorsiones.

Veamos algunos números duros, se les dice así porque son sólidos y fuera de toda especulación. También son duros por su crudeza de cómo nos ubican en una realidad un tanto absurda.

En el mundo por año fallecen cinco millones doscientas mil personas a causa del tabaco. Luego por causa del alcohol, incluye enfermedades y accidentes, relacionados con su consumo, dos millones ciento cincuenta mil personas, y por causa de estupefacientes doscientas veinte mil personas, incluidas las de muerte violenta.

Estas tres sencillas cifras nos dan una clara visión de lo que sucede con las drogas. Que en la realidad no representan en sí mismas una amenaza social como nos lo hacen creer.

Luego vemos que el ochenta por ciento de las personas internas en las cárceles están recluidas por delitos alrededor de las drogas, esto nos dice que el ochenta por ciento lógicamente del aparato de justicia está dedicado a lo mismo y a continuación todas las policías están atareadas a este delito en el mismo porcentaje, ochenta por ciento a las drogas y veinte por ciento a los otros delitos como secuestros, extorsiones robos y demás.

Es decir, como sociedad estamos pagando ochenta por ciento más de dinero por intentar proteger a las personas que quieren drogarse y que se drogan a cualquier precio, porque el que tiene con que pagar, obtiene toda clase de narcóticos en cualquier nación, no únicamente en México, y los ciudadanos tenemos que descobijar nuestra protección por culpa de unos enfermos que sí tienen o no tienen remedio, nosotros no tenemos por qué quererlos proteger.

Fíjese usted, en la década de los sesenta algunas personas de condición humilde como algunos boleros o algunos albañiles para el colado de losas, en fin, muchas personas humildes, podían adquirir la marihuana a su reducido presupuesto, pero con los señores rockeros como Los Beatles se puso de moda y pa’rriba el precio y hoy las personas pobres, que algunas también quieren “agarrar su avión” pues tienen que inhalar Resistol y solventes, porque la maléfica hierba está muy cara.

Y por si esto fuera poco cada sexenio se inventan nuevas corporaciones policiacas que tienen más academia, más solvencia moral y por supuesto más sueldo que los hará invulnerables a la corrupción, lo cual pues a la larga es falso y se debe despedir a miles de personas que por supuesto engrosaran el desempleo y como también comen ellos y sus familias pues ¿adónde irán a parar?

Luego los políticos construyen nuevos Ceresos que en realidad no son Centros de Readaptación Social porque son exactamente lo contrario, son las universidades del crimen donde los ciudadanos pagamos por que se vayan a preparar y a asociar para delinquir.

También vemos con tristeza que los famosos Semefos, esos tenebrosos lugares a donde van a dar los cadáveres de las personas son cada vez más insuficientes; en resumen nuestra realidad social debe reenfocar la estrategia porque todos somos víctimas, también los delincuentes, los internos en las cárceles, no se diga los cadáveres, todos somos seres humanos, somos personas, y absolutamente que nadie queremos este dolor, este azote que ahora vivimos.

Arturo P. Salas Juárez.

Torreón, Coahuila.

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