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También cuenta lo malo

Se ha acabado el tiempo en el que la Iglesia ocultaba sus pecados. Ahora, no solo los ataja con firmeza por las vías jurídicas establecidas en la sociedad civil, sino que también se atreve a reconocerlos en el ámbito público.

Y es que, la Iglesia, compuesta de hombres, con todas sus debilidades, no es ajena a los pecados en los que se puede incurrir en el uso de la libertad. El cambio de actitud hacia todo tipo de actos delictivos no implica que antes se admitiesen, pero sí que ahora se reconocen. El efecto no puede ser más positivo: junto a la imagen de transparencia se genera la impresión de que el que comete algún delito no quedará impune. Y, además, se muestra como estos desgraciados casos son solo uno entre las miles de buenas noticias que se generan en el entorno. La Iglesia, que siempre cuenta lo bueno, también cuenta lo malo.

Lluis Esquena Romaguera

Girona, España

***

Lágrimas lloro

Bueno, no lloro nomás me acuerdo como decía el viejo dicho, pero si se salen las de San Pedro al recorrer la otrora bella Av. Morelos torreonense, calle que invita hoy día a la depresión, y a nuestras más recónditas añoranzas.

Fuí hace tiempo con la idea de conseguir un libro a la Librería de Cristal, y cual sería mi sorpresa, que ya era un elefante blanco pasada a mejor (o peor) vida.

¡ Válgame Dios!, pero si era hasta un orgullo esa macrolibrería me dije, donde se encontraba de todo, y lo último de los escritores de moda, y todo lo demás.

Bueno, allí no para la cosa, y al pasar por la antigüa Farmacia Benavides y su por largos años famosa cafetería, nada, sólo quedaba el recuerdo de aquél bonito lugar de postín que era de reunión juvenil y familiar.

Luego pasé frente a aquél todavía majestuoso antes hotel Elvira, que en nuestros años mozos nos hacía sentir al verlo como a algún edificio de París ó de Europa, pero no, ya se ve que pasaron sus mejores años al menos como centro de turistas distinguidos.

El Casino de la Laguna, ese edificio, tal vez el más emblemático de Torreón, ya no se menciona como en aquellos años, que al estar en sus interiores salones, era como estar dentro de un hermoso castillo medieval.

Y, llegando al enhiestro edificio Monterrey, y con su altísimo recibidor que hasta uno se sentía chiquito, allí me regresé pues este edificio tal parece una frontera hacia el poniente de la Morelos, donde ya se ve otro tipo de actividades no muy gratas.

Seguí caminando con rumbo a la calzada Colón, y qué cantidad de locales inactivos esperando a algún comerciante valiente que quiera abrirlos.

Pero nada, ya son otros tiempos, la inseguiridad le ha ganado la partida urbanística.

Hugo A. Valerio A.

Gómez Palacio, Dgo.

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