Los desaparecidos
Este sábado dos de agosto, leí en El Siglo de Torreón un comentario del señor obispo de Saltillo Raúl Vera, criticando a los empresarios por no aceptar la ley de los desaparecidos.
No tengo la menor duda de las buenas intenciones del señor obispo, sin embargo no creo que la razón de rechazar esta ley sea porque los empresarios que tienen un negocio y entre otros muchos gastos pagan impuestos, no es su función seguir pagando por una persona que dejó de trabajar; no está en sus manos prevenir, investigar ni tampoco castigar este delito.
Todo el que abre un negocio y no lo hace con el fin de ganar dinero, o no está en su sano juicio o de seguro va a fracasar.
Que se busque una forma de proteger las familias de los “desaparecidos” lo veo muy bien, pero las empresas requieren “incentivos” para arriesgar un capital; se puede dar el caso y ya se dio en el pasado que se busque otro estado donde abrir o cambiar las empresas.
El tiempo nos dirá si esta ley beneficia o perjudica a la ciudadanía, pero con mayores requisitos, permisos e impuestos, poner esta ley no puede ser de beneficio.
Con motivo de los “menores” migrantes” (se considera menor a los que no han cumplido veintiún años) en los Estados Unidos hay muchas iglesias, escuelas, y organizaciones particulares que opinan y quieren que el Gobierno se haga cargo de estas personas; por supuesto con cargo a los impuestos; pero que yo sepa.
Ninguna iglesia, escuela o empresa privada se ha ofrecido a pagar los gastos de toda índole que ocasionan estas personas.
Aquí al contrario se quiere que las empresas se hagan cargo de algo que no está en su poder solucionar ni es su responsabilidad.
Espero para bien de la Región Lagunera, que se encuentre una buena solución.
Raymundo Portilla,
Torreón, Coahuila.
El colmo del localismo
Como todo buen norteño, orgulloso de su patria chica, un paisano lagunero -en este caso patológicamente fanático- proclamaba en una conversación que en Torreón hasta los delincuentes tienen atributos inauditos de bondad, humanismo e inteligencia.
Llegó al grado de afirmar que los laguneros víctimas de la delincuencia, ante tal magnanimidad, siempre quedan agradecidos y conmovidos, en especial, con los asaltantes por su alto nivel de caballerosidad. El colmo de los colmos.
Francisco Benavides,
Cuarnavaca, Morelos.
