No dejarse robar la esperanza
Las palabras contra la mafia y los mafiosos, que el Papa Francisco ha ido exponiendo a lo largo de su pontificado, pueden parecernos muy valientes y, en efecto, lo son. Hay que tener un gran valor para decir alto y claro, sobre el terreno, que los mafiosos están excomulgados, que torturar a las personas es siempre un pecado muy grave. Pero, independientemente de quienes sean en cada caso los que se arrodillan ante el Mal y se dejan seducir por él, la mayor valentía del Papa es hablar sin tapujos del Mal y del camino que el hombre ha de seguir para vencerlo, para no dejarse nunca robar la esperanza por muchas que sean las tentaciones a las que tengamos que enfrentarnos.
José Morales Martín
Girona, España
La gracia de la Paz
“La cruz de Cristo revela el poder de Dios que supera toda división, sana cualquier herida y restablece los lazos originarios del amor fraterno”.
Éste es el mensaje final que dejó el Papa como conclusión de su visita a Corea. “¡Tienes confianza -añadió- en la fuerza de la cruz de Cristo! Recibid su gracia reconciliadora en vuestros corazones y compartidla con los demás”, dijo el Papa Francisco, en la homilía de la Santa Misa que celebró ante una inmensa multitud para implorar a Dios la gracia de la paz y de la reconciliación y que me parece oportuno comentar ahora.
Con este ruego que tiene especial resonancia en la península coreana, cuyo pueblo desde hace más de 60 años conoce la experiencia de división y conflicto, en la Catedral de Myeong-dong, en Seúl, el Obispo de Roma alentó también a dar “un testimonio convincente del mensaje reconciliador de Cristo en sus casas, en sus comunidades y en todos los ámbitos de la vida nacional”.
Exhortando a la conversión e impulsando la amistad y colaboración con otros cristianos, con los seguidores de otras religiones y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, invitó a rezar “para que surjan nuevas oportunidades de diálogo, de encuentro, para que se superen las diferencias.
Para que, con generosidad constante, se preste asistencia humanitaria a cuantos pasan necesidad, y para que se extienda cada vez más la convicción de que todos los coreanos son hermanos y hermanas, miembros de una única familia, de un solo pueblo. Hablan la misma lengua”.
Pedro García
Girona, España