¿QUÉ CIUDAD ES MEJOR QUE OTRA?
En los últimos días he leído y he escuchado muy diversos comentarios sobre el desarrollo y la importancia de nuestra, muy nuestra, ciudad de Torreón y sin tener datos estadísticos que para mis comentarios pudieran ayudar, diré lo que mis ojos han visto y que de alguna manera he reflexionado en comparación con la ciudad capital. Saltillo es una bonita ciudad; rural aún y muy pintoresca. Saltillo es la ciudad clásica, de provincia, es una ciudad del ayer a la que sus gobernantes no han sabido respetar porque la han transformado de una manera grotesca, sin ningún sentido de urbanidad.
No nos engañemos; Saltillo en su esencia, ha sido maltratada en sus obras de gobierno que la ha dividido en dos: su parte central, sus estrechas calles y sus principales barriadas corresponden a una ciudad olvidada que se ahoga en el urbanismo medieval y sus modernas y amplias vialidades que contrastan con el subdesarrollo de una gran ciudad. Son obras que el morbo da para pensar, para creer que los señores Moreira las han venido realizando a favor de sus intereses personales y de intereses extraños y malsanos que no son en beneficio de su tierra y tampoco de sus ciudadanos.
Sólo hay que ver con otros ojos y ser un poco observador… Las grandes vialidades se construyeron en un solo periodo de tiempo, o sea que una obra misteriosamente siguió a la otra y con un origen y un destino que es de reflexión. Estas grandes obras, ahora ya casi concluidas, sirven para descongestionar y complementar el trabajo industrial de los grandes capitales regiomontanos, sobre todo los que están al servicio de las empresas transnacionales que medularmente han beneficiado muy poco a Saltillo, ciudad capital, y a Ramos Arizpe, zona conurbada.
Las grandes obras nacieron en Monterrey direccionadas hacia el Poniente; el gran periférico que bordea Monterrey desde antes de entrar a Santa Catarina, la autopista de cuota Monterrey–Saltillo, la ampliación de la vialidad y entrada desde Ramos Arizpe hasta conectar con Venustiano Carranza y seguir con el Boulevard Nazario Ortiz Garza, prácticamente hasta el complejo industrial en Derramadero. Todo esto para deslumbrar a grandes inversionistas con grandes y modernas conexiones viales que pasaron por encima de un pueblo tranquilo y provinciano.
Saltillo sigue en su esencia, siendo la misma ciudad de siempre. Los beneficios de su aparente desarrollo han sido para otros. He platicado con amigos saltillenses y en ellos no se nota el bienestar ni el progreso que supuestamente corresponde a una población más desarrollada que la nuestra. También ellos sienten que han sido y están siendo engañados con inversiones que supuestamente les ofrecerán bienestar de vida. Hay oportunidades de trabajo, pero sustancialmente en las mismas condiciones y con bajos salarios, nada espectacular ni de otro mundo. Es una ciudad que invierte en la ingeniería de la construcción de bordos en sus avenidas, porque el Gobierno apuesta mejor por estos reguladores de velocidad, en lugar de utilizar a sus agentes en campañas preventivas y de educación vial y sus grandes boulevares ya están saturados con enormes cuellos de botella en sus puntos críticos que suponen una deficiencia y valemadrismo en su diseño.
La verdad es que nuestro espíritu lagunero, rebelde y victorioso, de alguna manera ha servido de freno para que nuestros gobernantes rapaces no hagan de las suyas con la libertad que quisieran. Si no, hay que recordar la postura que en su tiempo tomó don Alejandro Gurza para oponerse a la destrucción de nuestro Boulevard Independencia en el cruce con la Calzada Colón, a quien hasta ahora el tiempo le ha dado la razón a una obra que no se ha justificado, porque otras ni siquiera las han terminado. Ojalá esta oposición tenga el proyecto de los famosos teleféricos del Ing. Riquelme y dé prioridad al hospital que no se ha terminado o a la construcción de un verdadero drenaje fluvial que termine con el calvario de nuestros amigos de las colonias aledañas al Boulevard Diagonal De las Fuentes.
Juan Antonio Aguilar Tello
