“Ajuste de cuentas o/y inseguridad”
Rubén Ignacio Moreira Valdez, Miguel Ángel Riquelme Solís por motivos altamente conocidos por la comunidad coahuilense. El alejamiento de las noticias de televisión, prensa y radio de la realidad que vivimos los coahuilenses, nos permite una tregua por el no saturamiento, o la sobredosis de temas recurrentes que nos suelen sepultar en el día a día sin que lo notemos o, al menos, podamos aislarnos de alguna manera de ellos. Cuando uno se aleja y corta con la rutina del menú habitual de noticias reiteradas, del ruido ambiental de las declaraciones, de la repetición con ligeras variantes de viejas ideas, de los debates sobre temas que en el Estado y municipios están insuperados. Del acotado elenco de caras y voces que sostienen el discurso diario, uno descubre que hay una cosa tóxica y un poco pesadillesca en nuestra realidad. Siempre están hablando de lo mismo, pero creen que dicen cosas nuevas. Eso es comprobable en un asunto terrible y recurrente. La violencia no pueden solucionarla, y en las calles, la inseguridad de los ciudadanos sigue siendo motivo de preocupación y debate. Desde hace años se discute la cifra de muertes diarias por obra de la violencia. Lo verdaderamente importante es que sigan muriendo personas en un clima del Lejano Oeste, de ley del revólver, que además cuenta con el agregado de una nueva categoría de deceso llamada “ajuste de cuentas”. La escena representa el distanciamiento inhumano y la frialdad de los mandatarios del Estado y municipios, además del cinismo de los servidores públicos. Aquí sucede algo de eso: los muertos pueden ser más o menos, pero si además murieron de “ajuste”, algo los hace más llevaderos con la inseguridad, ¿o la realidad es de otra índole? La cuestión es qué tan anestesiados o indiferentes están los mandatarios estatales y municipales para discutir cuando se trata de vidas. Sin embargo, la naturaleza del debate y el tenor de los argumentos parecen indicar que lo que se necesita es un pensamiento diferente que genere una disminución de nuestros cadáveres diarios. Hay que pensar y gobernar diferente para generar otro tipo de respuesta a esta situación. O, dicho de otra manera, para obtener resultados distintos no se debe hacer siempre lo mismo. Y esto no se aplica solamente a este tema. Tenemos un enorme problema cultural a resolver. Hay una especie de acostumbramiento a todo que conspira contra la lucidez o el sentido práctico y nos convierte en una comunidad embotada y con falta de reflejos. Por momentos nos movemos en cámara lenta y deambulamos por la realidad enredándonos siempre con las mismas cosas. Ahí está el tema de la megadeuda, de la legalización de los autos introducidos ilegalmente, que cada vez que resurgen confirma que las versiones anteriores eran simplemente borradores de algo que nunca termina de concretarse. O, volviendo al flagelo de la violencia en los escenarios comunitarios. Sospechar que nadie tiene idea de cómo se puede resolver un problema que nos afecta a todos y que continuamos siendo rehenes de una pandilla de empresarios de lo ilícito. No se ha avanzado nada y la realidad parece cristalizada en gestos, palabras y propósitos que no pasan de eso. Es como si al irnos un dedo invisible hubiera oprimido la tecla de “pausa” y todo hubiese quedado congelado hasta el regreso. Pero es peor, a veces todo ha retrocedido. Un asunto pendiente entre personas fuera de la ley como causa. Sólo es un ajuste de cuentas.
Respetuosamente.
Alberto Lara Noriega.
Coahuilense nacido y criado en Torreón.