Juárez y la intervención... en Ayotzinapa
Siendo Benito Juárez presidente cuando el ejército francés por fin se impuso, el gobierno de la república tuvo que abandonar la desde entonces muy noble y leal Ciudad de México.
Por eso pudo decir, ya en San Luis, “Reconcentrado el enemigo en un punto, como hasta ahora, será fuerte en ese punto, y débil en los demás; si se disemina en el territorio nacional, entonces será débil en todas partes”. En esas frases Juárez trazó la estrategia de lo que sería la resistencia republicana.
Como paradójico es que en la actualidad los cuerpos de seguridad mexicanos, todos, asuman el papel de ejército invasor. Las matanzas que se suceden una tras otra, las violaciones sistemáticas de los derechos humanos, la absoluta insensibilidad mostrada frente al sufrimiento y los reclamos de la población así lo demuestran. El ejército mexicano, la marina, las policías todas, actúan como ejército invasor. Esta afirmación parece exagerada, sin embargo es real.
Sucedidos los trágicos acontecimientos en Iguala, las instituciones nacionales mandaron un ejército de agentes, peritos, expertos, etcétera, para ubicar a los 43 desaparecidos de Ayotzinapa. Más de un mes después el resultado es que los maestros en ciernes no aparecen, y lo que apareció no sorprende a nadie. Porque el reguero de cadáveres, desde el macabro sexenio de Calderón, no puede asombrar ya ni siquiera a la delicada sensibilidad de la comunidad europea, menos a nosotros.
Entonces entra en escena el padre Solalinde y dice lo que le dijeron víctimas y testigos. Y lo que dice el padre nos acerca a la verdad, gratis, más que los miles de millones que derramamos en instituciones invasoras, inservibles, por lo demás.
El carácter ocupacional de los cuerpos de seguridad gubernamentales se ha desarrollado en los últimos treinta años, cuando ha sido cada vez más evidente que lo que queda del estado nacional responde a intereses ajenos a los de la población.
El gobierno y “las instituciones” están, en el mejor de los casos, para cuidad los intereses de un puñado de “mexicanos” que pertenecen a la élite política y económica; en el peor de los casos, los cuerpos de seguridad responden a intereses ajenos a México.
Así es evidente cuando son lanzados contra poblaciones rurales que son despojadas de sus recursos por compañías mineras extranjeras.
Las actividades criminales de José Luis Abarca, fueron conocidas meses antes de que sucedieran los trágicos acontecimientos que hoy enlutan a México y al mundo.
Pero Murillo, Osorio, Peña y Aguirre estaban muy ajetreados cumpliendo sus tareas de ocupación, de extracción de la riqueza nacional, como para darle importancia a las actividades delincuenciales del Chucho de Iguala.
Es mucho pedir que la gente confíe en “instituciones” que a todas luces defienden intereses que le son ajenos. Los mexicanos desconfían hoy de gobernantes, militares y policías, como en su tiempo desconfiamos de los franceses que invadieron México; por eso, como lo previó el más grande mexicano de todos los tiempos “Si se concentran en un punto (Michoacán), serán débiles en los demás; si se diseminan en todo el territorio, serán débiles en todas partes”.
Es que para efectos prácticos son un ejército de ocupación, cuya principal función, y ésa sí la cumplen, es apropiarse de la riqueza nacional.
Martín Vélez,
Comarca Lagunera.