Trampa estratégica
La cadena de protestas y actos vandálicos –perfectamente bien orquestados– replicados en varias partes del país demuestra que la desaparición y probable exterminio de los 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa forma parte de una trampa estratégicamente puesta a México.
En esa trampa participan varios: el crimen organizado, grupos guerrilleros, agrupaciones sindicales como la Coordinadora de Maestros de Guerrero, mercenarios anarquistas como los que intentaron incendiar la puerta de Palacio Nacional, y partidos políticos que apuestan a ganar con la desestabilización.
Todos estos activistas y propagandistas del terror tienen el mismo modus operandi: utilizan un discurso provocador, engañador y fraudulento para confundir y hacerle creer a la sociedad que la desaparición y posible asesinato de los 43 jóvenes normalistas es un crimen de Estado, como si el Gobierno mexicano hubiera dado la orden de exterminarlos.
Anarcos y medios de información están dedicados a repetir arengas como “¡vivos se los llevaron, vivos los queremos!”, para crear la percepción de que las autoridades federales son las responsables directas de un crimen de lesa humanidad, cuando la verdadera autoría material e intelectual es de los cárteles de la droga y de funcionarios locales, claramente identificados, coludidos con ellos.
Llama poderosamente la atención que quienes dicen defender a las víctimas se hayan olvidado de los verdaderos culpables –especialmente del exalcalde de Iguala y del crimen organizado– y lleguen a la capital del país tratando de que sus actos vandálicos aparezcan en las pantallas de televisión para crear el efecto de que el país se está quemando.
¿Todos esos jóvenes embozados que hoy delinquen, escudados en el anonimato, saldrían a destruir lo que encuentran a su paso si no tuvieran enfrente una cámara de televisión?
Otra parte de la estrategia consiste en ultrajar a los funcionarios que encabezan las principales instituciones. El viernes 7 de noviembre fueron utilizadas las redes sociales para tratar de denigrar –y yo diría de aniquilar– al procurador general de la República, Jesús Murillo Karam.
Y en medio de todo este engranaje de perversidad, no podemos dejar fuera a los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional, cuya misión hoy ya no es la democratización de ese centro de estudios, sino dar largas a la resolución del conflicto para contribuir a la ingobernabilidad.
Conforme transcurren los días se le ven con más claridad las orejas al diablo. Hay quienes están operando a todas luces en contra de los intereses de México, y los jóvenes –sean los de Ayotzinapa o sean los del Politécnico– han sido escogidos para crear condiciones adversas a la inversión y al desarrollo de la nación.
El secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos, pronunció en Jalisco un discurso donde dejó ver los hilos que se mueven en la penumbra. Dijo: “El rumor, la intriga y la deslealtad corroen los cimientos, mancillan las convicciones y debilitan el potencial que tiene el país”.
La condena nacional e internacional por la desaparición y posible exterminio de los 43 normalistas ha servido a los desestabilizadores para paralizar el Gobierno mexicano, acusado por los mismos criminales de ser el principal violador de los derechos humanos.
Le han puesto al país una trampa.
Fernando Madero Ruiz
Torreón, Cahuila.