¿Quiénes son? ¿Quién los envía?
La mega-marcha en la ciudad de México y sus réplicas en varias ciudades del país y del extranjero, fueron un modelo de orden pero también de exigencia de la presentación con vida de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Se manifestó el descontento de la sociedad en todas las formas posibles, no sólo por lo ocurrido en Iguala el pasado 26 de septiembre sino por lo que ha venido ocurriendo en nuestro país en los últimos años. Y no sólo por los innumerables casos atroces e impunes de asesinatos y desapariciones forzadas sino por la incontrolable corrupción que ha invadido tanto en el ámbito gubernamental como en el privado.
Las demandas planteadas han sido muy claras: aparición con vida de los secuestrados en Iguala, aclaración de los miles de desaparecidos en los últimos años, fin a la corrupción y a la impunidad y un cambio radical de régimen para lograr desterrar del país éstos azotes provocados en buena medida por políticos corruptos y partidos políticos que los cobijan y protegen.
Fue admirable el comportamiento de los participantes pero como siempre no faltó el “prietito en el arroz” que manchó la limpieza de la gran marcha. Se hizo presente nuevamente ése misterioso ingrediente denominado “los anarquistas” cuya origen, procedencia e integración no les ha sido posible identificar a los carísimos cuerpos de inteligencia del gobierno. Ya son varios años que éstos “violentos” aparecen y causan destrozos incendiarios en tanta manifestación pacífica importante se presenta. ¿Quiénes son? ¿Quién los envía? ¿Quién los organiza?. Nadie lo sabe.
Lo que si se sabe es que el gobierno aprovecha los disturbios que provocan éstos “violentos” para engallarse y proclamar con gritos destemplados que no permitirán la “desestabilización del país” y que en todo caso harán uso de la “fuerza del Estado” para evitarlo. Los militares y aún el propio presidente de la Suprema Corte de Justicia le hacen segunda a Peña Nieto que agarra el pretexto de la presencia de los llamados “anarcos” que son un puñado minúsculo, para amenazar e intimidar a los inconformes que somos millones y que estamos por los medios pacíficos de protesta.
Todavía falta mucho por conocerse sobre el desenlace de ésta crisis. Pero quienes estamos inconformes con la forma en que se ha conducido el país tenemos la esperanza de que las presiones sociales (pacíficas) hagan recapacitar a la “clase política” de que deben enmendar el camino y que le pongan un hasta aquí a tanta injusticia y tanto abuso que impunemente han venido cometiendo en detrimento de la sociedad en general. Ojalá que entiendan bien el mensaje de ayer.
Les envío un cordial y pacífico saludo.
Héctor Astorga
Torreón, Coahuila
