La confianza del pueblo en su gobierno
Un discípulo de Confucio le preguntó un día: Maestro ¿Cuáles es la virtud más necesaria para un buen gobierno? Confucio le contestó: En realidad son tres: Contar con la confianza del pueblo; ocuparse de que haya alimento suficiente para todos; y tener un ejército fuerte y respetado que mantenga el orden y el respeto a la ley.
El discípulo le preguntó entonces: Maestro, y si se hubiera de prescindir de una de ellas ¿cuál sería? Confucio le contestó sin dudar: “Prescindiría del ejército”.
El discípulo volvió a la carga: Maestro ¿Y si sólo tuviera que quedarse sólo con una? “Optaría por no tener suficiente alimento”. Afirmó Confucio.
¿Qué no es más importante que el pueblo coma maestro? Confucio respondió: “¡Claro que lo es! Pero sin la confianza del pueblo nadie puede gobernar”.
El relato viene a cuento porque, según encuestas publicadas hace unos días en este periódico, la popularidad del presidente Peña Nieto ha caído a su nivel más bajo; todos hemos sido testigo del deterioro de su imagen y pérdida de confianza en su gobierno en las últimas semanas.
Sin duda que las causas inmediatas de esta caída de popularidad del Presidente son los graves errores cometidos en el manejo de los dolorosos sucesos de Ayotzinapa y la percepción de la deshonestidad y corrupción que lo rodean y campea por todo el país. A estas causas inmediatas, se suma el hartazgo de un pueblo que ha padecido los mismos males durante ya muchos años y ha provocado un ¡ya basta!, generalizado.
No se necesita ser analista político para darse cuenta de que si el estado-gobierno no reacciona rápidamente y maneja los asuntos que atañen a la seguridad y la corrupción galopante con transparencia y eficacia, perderá el escaso capital de confianza que aún le queda. Y entonces, si Confucio tenía razón (y creo que la tenía) las manifestaciones de inconformidad serán más fuertes y masivas. Así ha sucedido en distintas épocas, latitudes y sistemas políticos, cuando los que gobiernan no se preocupan por hacer prevalecer el bien de los gobernados sobre el propio.
No bastan ya los discursos y proyectos teóricos; y menos tratar de manipular la opinión pública a través de los medios masivos (televisión especialmente) son necesarias, ya, acciones concretas, rápidas, y confiables.
El pueblo sólo se conformará con la verdad sobre lo acontecido en Ayotzinapa, y exige que no haya más impunidad, en particular para aquellos que reciben la responsabilidad de un cargo público y lo traicionan.
Ojalá que los que han elegido la vida política como vocación tuvieran la suficiente sensibilidad para escuchar y reaccionar con sabiduría, honestidad y generosidad, antes de que las cosas se les salgan de control; si esto sucede (y nadie lo desea) todos sufriremos las consecuencias de su sordera y falta de conciencia para servir a quienes les han otorgado su confianza.
Rodolfo Campuzano,
Gómez Palacio, Durango.