No compres el boleto
Las emociones iban subiendo de tono; durante la semana el partido que se anunciaba creó en los fanáticos y los no tan fanáticos gran expectación; en la cancha se enfrentarían los dos equipos con mayor número de seguidores.
Los boletos se agotaron en un solo día y muchos que acudieron a la reventa, ya no alcanzaron.
Los medios masivos de comunicación, unos a favor de un equipo y otros al contrario contribuían a que la emoción creciera.
Llegó el día del partido; los equipos debidamente uniformados unos de azul y blanco y el otro de verde con rojo se alinearon en la cancha.
Al silbatazo del árbitro empezaron las disputas por el balón.
Terminó el primer tiempo con resultado en cero y el ánimo de la gente bajó de nivel pues pareciera que ninguno de los dos contendientes quisieran hacer daño al contrario.
Empezó el segundo tiempo y después de un partido lento, sin jugadas, sin estilo recibieron de la gente abucheos, líquidos renales y mentadas para el entrenador; habían decepcionado.
Pero, eso no era raro, ambos equipos, con el mayor número de seguidores, siempre jugaban así, sobre la cancha, nada, bajo de ella todo.
Si los aficionados ya saben que eso va a pasar pues en lugar de enojarse, abuchear, insultar y arrojar líquidos lo que deberían de hacer en tomar ya la decisión y no comprar el boleto.
Porque luego nos quejamos de que este o ese jugador ganan mucho dinero; de que tienen unas casotas y unos carrotes, pero si no fuera por los aficionados no tendrían eso.
Si esta historia, que no es del equipo local, aclaro, la trasladamos a la política, pues es exactamente lo mismo: los jugadores caros y sin ánimos de dar de más, los carrotes, las casotas, el árbitro pues haciendo su juego hacia donde le convenga; los aficionados, votantes esperanzados, decepcionados ahora, ilusionados antes; la cancha, cada municipio, cada distrito, el país todo; la publicidad, las banderas, los gorritos, los corridos, las alianzas y los pactos para no hacerse daño, ¿ el balón? pues el presupuesto, la nómina, los contratos de obra y más; la reventa, los partidos satélites; los partidos, malos todos; los boletos para ver quién gana el encuentro, los votos.
Todo encaja; los patrocinadores con vales de despensa, ferretería, medicina, corte de pelo, etcétera.
¿El resultado?, el mismo. Al final los abucheos, las mentadas y a esperar a ver si el otro partido es mejor. Sólo que en el futbol la espera será solo de ocho días y en la política suelen ser tres, cuatro o hasta seis infernales años.
En este mundo del deporte o la política ya sabemos que los chapulines no son magos y que las fórmulas entre hermanos no funcionan, ¿por qué mejor, si ya sabemos esto tomamos ya la decisión, de una vez por todas y no compramos el boleto?
Miguel Gerardo Rivera,
Gómez Palacio, Durango.
