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El invento del diablo...

“Beto, le regaló su papá un carro a Víctor, ven, vamos a verlo”. Vivíamos en una calle apacible de la colonia Polanco en la Ciudad de México, D.F., allá por los sesentas.

En esa calle vivía la señora Conchita de la Vega, madre de los pilotos de carreras Pedro y Ricardo Rodríguez, que ya eran muy famosos.

La señora vivía sola con su hijo menor, Alejandro, estaba separada de su esposo. El primero de noviembre de 1962 estábamos jugando futbol en la calle, empezaron a salir nuestras mamás, platicaban entre ellas, dejamos de jugar para acercarnos, ¿qué pasó?

“Dicen que se mató Ricardo”. El corredor de autos había estrellado su auto en el primer día de pruebas del Gran Premio de México en la pista de la Magdalena Mixhuca, hoy Autódromo Hermanos Rodríguez, sólo tenía 20 años de edad.

En las exequias la señora Conchita le rogó entre lágrimas a su hijo Pedro que dejara de correr autos, Pedro en corto anunció su retiro de las pistas, tenía 22 años de edad. A Pedro le gustaba la buena vida, a quién no, el glamour que tiene el ambiente de las carreras de autos, los viajes, la buena ropa, el buen comer, el buen beber, y, desde luego, las mujeres guapas, y todo esto les sobra a los pilotos famosos, sobre todo si son ganadores, y Pedro lo era a nivel de excelencia, en condiciones de poca visibilidad, lloviendo y de noche era el mejor, en el medio le decían “Ojos de Gato”.

Sin pensarlo mucho decidió seguir compitiendo. A Pedro no le gustaba manejar fuera de las pistas, decía que era muy peligroso hacerlo en la ciudad, utilizaba chofer para este menester, comentaba que había muchos “conejos” que se sentían campeones de la alta velocidad, el único “conejo” bueno para manejar que conocía era “El Conejo” Olhagaray .

Cuando ganó el Gran Premio de Sudáfrica se quejó muy enojado él porque cuando subió al podio no pusieron en el sonido el Himno Nacional Mexicano, “usted disculpe señor Rodríguez, es que no lo tenemos”, a partir de ahí, cuando viajaba a una competencia lo primero que ponía en su maleta era una grabación de nuestro Himno Nacional .

Al igual que su hermano Ricardo, Pedro se mató en la pista de carreras en Nurenberg, Alemania, en su plenitud de triunfador, a los 31 años de edad. El carro que le regaló su papá a Víctor era un Dodge 46 convertible, muy bonito, color crema, parecido al que le regaló el señor Miyagi a Daniel San en la película Karate Kid.

“Beto, vamos a Toluca en el carro de Víctor a una boda”, siete adolescentes, tres adelante y cuatro atrás, en una subida íbamos atrás de un camión, Víctor decidió rebasarlo, carro viejo, motor con poca potencia, en subida, mala combinación, apareció de frente un camión, Víctor viró el volante a la izquierda, el carro salió de la carretera dando vueltas, salimos volando todos, quedamos regados a veinte metros del carro, sobrevivimos cinco milagrosamente ilesos, dos jovencitos de 17 años de edad murieron aplastados por el auto. El automóvil es el invento del diablo.

Roberto Barranco Aguilar.

Torreón Coahuila.

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