Una nueva palabreja empieza a ser mencionada en lengua castellana; se trata de gentrificación, que ha sido adaptada -muy mal por cierto- del idioma inglés, para referirse a los nobles, título dado a aquellos que eran "nobilis", "no viles".
La palabra fue acuñada en 1964 por Ruth Glass, socióloga británica, quien en 1951 ocupó un puesto como Directora de Investigación Social en la Universidad College de Londres, creando una revolución en la planificación urbana de la ciudad de Londres y posteriormente del centro de Madrid y que para nosotros toma vigencia, muy a mi pesar, por la agresión que la palabra hace al idioma español, cuando sabemos de la insistencia por recuperar el viejo centro de la ciudad de Torreón, que seguramente será el detonador para hacer lo mismo en el resto de La Laguna.
Esa información la crucé con una editorial de Guillermo Hernández publicada el pasado 11 de agosto del presente año, por El Siglo de Torreón, donde refiere el dato histórico de la emigración de familias enteras de las colonias más desprotegidas, huyendo de la violencia del extremo poniente de la ciudad, quienes se refugiaron en casas y vecindades del centro de la ciudad. El dato lo corroboré con la historia investigada y vertida en el libro escrito por Salomón Atyhe, "La Polvorera", una narración que asienta hechos reales y que deja testimonio escrito para la historia de nuestra región.
Con el sobredesarrollo de la economía de los Estados Unidos, que se dio terminada la Segunda Guerra Mundial, la colonización de las ciudades -tomada la palabra en el sentido de crear colonias habitacionales- generaron consecuencias buenas y malas.
Buenas. como la comodidad que generaba crear zonas residenciales, alejadas del tradicional centro de la ciudad, con nuevos y mejores servicios, que sin duda proveían de mayor calidad de vida a sus habitantes.
El nacimiento de las zonas comerciales en tales suburbios, con sus centros comerciales -los famosos "mall"- fueron consecuencia natural y alrededor de ellos aparecieron otros negocios variados, escuelas y universidades que daban servicio a los colonos.
Lo negativo se reflejó en los usos y costumbres sociales. Al desaparecer los personajes del barrio, caso de carniceros o tenderos, los menores quedaron sin la vigilancia ciudadana que era natural y para su beneficio.
Así, los llamados centros de las ciudades empezaron a ser abandonados por las clases socioeconómicas media y alta, siendo ocupados por los más pobres.
En Torreón, sucedió lo mismo y no tendría por qué ser de otra manera.
Al crearse las colonias residenciales, Torreón Jardín o Los Ángeles, por ejemplo, las familias pudientes construyeron sus casas allí y detrás de ellos los fraccionadores "jalaron" a la clase media y media alta.
El fenómeno de despoblación de los centros de las ciudades laguneras, se agudizó al aparecer la grave inseguridad que, en las colonias populares, se transformó en enfermedad social insoportable.
Repoblar el centro de Torreón y rescatarlo para beneficio de todos, es un buen propósito; ya algunas ciudades han tenido éxitos, al menos parciales, favoreciendo la economía y vivienda.
Entre nosotros, -como siempre los laguneros- han aparecido posturas encontradas, muchas de ellas encubiertas por la aparente sapiencia y buena disposición, de fondo orientadas al lucro personal.
Tan sólo recuerde la desinformación que se creó con la llamada Plaza Mayor; a la fecha no se han logrado los objetivos y ni siquiera los tienen claros y, en cambio, han aparecido graves acusaciones de corrupción, que tampoco han sido aclaradas.
En la anterior administración municipal se inició el intento de rescatar el centro de Torreón y la ignorancia y el malinchismo permitió la llegada de unos jovencitos chilenos que encabezaron una reunión de interesados, entre ellos conocedores universitarios; luego de la verborrea y voces impostadas, fueron apabullados por sus escuchas al reconocer en ellos su falta de experiencia e incapacidad. Ahí se frenó el impulso.
Algunas universidades han participado aportando estudios, caso de la UAL o la UIA, pero sus trabajos de investigación tampoco han sido aprovechados.
Desde luego que es bueno rescatar el Centro Histórico de Torreón, pero bien nos haría aprovechar la experiencia y el conocimiento de los universitarios de la región y que ellos, en común acuerdo con constructores colegiados, sociólogos, economistas y otros profesionales, hagan un verdadero estudio que dé mayor certidumbre a las decisiones, transparencia y de paso ahorro.
Es trabajo que requiere responsabilidad, más allá de cerrar calles, iluminarlas suficientemente y hasta instalar fuentes de ornato que sin planeación serán desatendidas.
Tampoco habrá que olvidar el análisis del incremento de los costos de la vida que se daría en la zona y el impacto entre la población que ya está ahí radicada.
Puede generar trabajo y mejoría económica para esas familias o delincuencia, según planeen. ¿Nuestras autoridades sabrán aprovechar las experiencias de otros administradores?
ydarwich@ual.mx