Hijos tiranos
Un fenómeno cada vez más frecuente en las familias es la pérdida de control o autoridad de los padres hacia los hijos. Berrinches, chantajes y gritos, son utilizados por los menores como método para obtener lo que quieren de los papás y las mamás. Ya no se habla de hijos «mal educados», sino de «hijos tiranos».
Karla y Manuel llegan a su casa por la noche y después de haber tenido un largo día laboral, el matrimonio espera ver a su hijo de siete años, quien se quedó gran parte del tiempo con uno de sus abuelos.
Al entrar a su casa, los esposos ven algo diferente a lo que esperaban: en lugar de abrazos y besos de su niño, reciben gritos, reclamos y hasta golpes. El pequeño quería pasar más tiempo en su videojuego o, de lo contrario, no haría la tarea. Para evitar el conflicto, los adultos acceden a la demanda del niño, tal y como lo han hecho desde que éste aprendió a «exigir».
Especialistas de todo el mundo han identificado este fenómeno como una pérdida de la autoridad de los padres, misma que ahora se clasifica como el complejo de «hijos tiranos». Esta situación se presenta cuando los menores establecen sus propias reglas para obtener lo que deseen, esto a pesar de que los adultos siempre lo nieguen o pretendan «desconocerlo».
Las causas del complejo de «hijos tiranos» parecen ser diversas, sin embargo, coinciden casi siempre en los cambios de la dinámica y los roles de la familia. Hasta antes de los sesenta, en México y América Latina las madres de familia pasaban casi todo el tiempo dentro de sus hogares, atendiendo casi por completo las necesidades de los hijos. De esta forma, los papás quedaban encargados de imponer autoridad y servir como modelo de conducta.
No obstante, cuando las mujeres salieron de sus casas a trabajar, el esquema de figuras paternales y la dinámica en general cambiaron de forma drástica: los niños ahora se quedan al cuidado de otros familiares -casi siempre abuelos o tíos-, o de niñeras, cuando se trata de clases media y alta.
En algunos casos, los menores pueden llegar a quedarse solos en casa por un largo tiempo, hasta que llegan los padres. Esto ha provocado que el concepto de respeto a la autoridad, autocontrol y los límites de confianza, se vuelvan prácticamente inexistentes.
“Ahora a los niños se les dice que los van a cuidar, que la casa es de ellos y quedan varias horas sin ver una figura de verdadera autoridad. La mamá y el papá obviamente tienen un remordimiento, un sentimiento de culpa por no atender como se debe al niño. Cuando regresan al hogar no son capaces de regañarlo, no pueden prohibirle nada; ahí le están dando pauta a los hijos para que impongan sus demandas”, asegura el psicólogo Antonio Miranda.
AGRESIONES, ALERTA DEL EXTREMO
Antonio Miranda indica que generalmente este tipo de situaciones se clasifican en tres niveles: los complejos en grado inicial, grave y muy grave.
Cuando el complejo de «hijo tirano» se diagnostica en grado inicial, generalmente es en edades tempranas -hasta los siete años-. Los menores ya identificaron que existe un vacío de autoridad y comienzan a exigir en aspectos como lo que quieren comer, los horarios de ir a la cama, de juego o de respeto a los adultos.
En el grado grave, los niños saben que cuentan con un control sobre sus padres, tienen claro el sentimiento de autoridad y, cuando no se resuelven sus demandas, incrementan los llamados berrinches; en adelante, será imposible establecer controles de cualquier situación o imponer respeto.
Existen muchos casos donde los niños se encuentran en un grado muy grave de su complejo de «hijos tiranos». Además de que cuentan con el control «total» de la dinámica familiar, pueden llegar a agredir verbal y físicamente a los padres, es decir, al acudir a un supermercado, espacio público o escuela, los niños les lazan golpes si no hacen lo que ellos quieren.
“Ese tipo de niños crecen creyendo que pueden hacer lo que quieran, que los demás están para servirlos. Se convierten en personas sin escrúpulos y que a la larga, hacen daño a la sociedad. No es culpa suya, pero es importante que sus padres les dicten ciertas pautas básicas”, comenta Antonio Miranda.
Además, el tema ha ido tomando otras variaciones con la llegada de las nuevas tecnologías, pues el internet es utilizado en muchas ocasiones como «sustituto» de las niñeras o familiares, es decir, que los menores moldean su percepción de la realidad y de la ética en torno a cualquier contenido que puedan ver en la web.
La computadora o dispositivos móviles -tabletas electrónicas, teléfonos celulares y otros- se volverán el acompañante de tiempo completo que los hijos no tienen, entonces tomarán cualquier regaño o recomendación de los padres como un «ataque» contra la relación que se ha creado con el aparato electrónico. Cuando la dependencia de los niños con estos instrumentos ocurre, el fenómeno generalmente se sitúa en los casos catalogados como «muy graves».
¿CÓMO IDENTIFICARLOS?
Al ser clasificados como seres biológicos y psicosociales, todas las personas cuentan con una carga genética que predispone algunos aspectos de comportamiento, carácter y hasta estados de ánimo a lo largo de la vida.
No obstante, cuando se dice que los niños nacen con una actitud «rebelde», los especialistas indican que se trata únicamente de rasgos de identidad propia, mismos que no influyen en la manera en la que serán educados y que no impiden el hecho de establecer los límites propios de la relación de padres e hijos.
Así pues, si se desea identificar el complejo de tirano en un hijo, se tendrán que conocer algunos aspectos básicos, los llamados «puntos de atención»:
Niños que son violentos, con exceso de energía e inquietos en cualquier ambiente (escuelas, iglesias, centros comerciales, etcétera).
Tienden a hablar con groserías, gritar para pedir cualquier cosa, y tratan de ser el centro de atención bajo cualquier pretexto.
Cuentan con problemas de concentración. En la escuela, tampoco tienen respeto por sus profesores y, con frecuencia, entran en peleas con sus compañeros.
Conocen la mecánica de los chantajes: pueden fingirse enfermos, llorar o realizar cualquier acción para que sus caprichos se cumplan.
Cuando reciben una orden la evaden bajo cualquier motivo, pues para ellos la autoridad no existe.
Pueden desarrollar una dependencia con internet, aparatos de telefonía móvil o videojuegos.
En grados extremos, llegan a golpear o insultar a sus propios padres. Si el complejo no se resuelve antes de que llegue a la adolescencia, el tratamiento será cada vez más complicado.
Quienes crecen sin control en su conducta, sin límites, tienden a convertirse en adultos conflictivos e inestables.
TRATAMIENTO
El tratamiento para la atención de este tipo de complejos, consiste en terapias integrales. El diagnóstico será realizado en base a los comportamientos de los mismos niños y de los padres de familia; de igual forma serán realizadas las sesiones de apoyo.
Sin embargo, no se habla de una «curación definitiva», sino de una guía familiar para mejorar la conducta y comportamiento de los menores, basado en la autoridad de los padres.
“Psicólogo que no lleva a cabo tratamientos con los padres o familiares, definitivamente no es psicólogo. El complejo de los hijos tiranos, o cualquier otro problema emocional o de conducta, no puede ser solucionado con una receta médica o con una pastilla. Requiere de tiempo, dedicación y de muchos factores; no hay soluciones mágicas”, finaliza Antonio Miranda.
Twitter: @betoiturria