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Historia de la voz

JAVIER GARCÍA-GALIANO

Como muchos conocí su voz antes de saber que le pertenecía. Se trataba de la del narrador de la serie de televisión Los Intocables, que, se sabe, refería la historia del agente de la policía secreta Eliot Ness y su grupo de élite conocido como Los Intocables, los cuales, en los años 20 y 30 del siglo pasado, combatieron al crimen organizado en la ciudad de Chicago. La voz de barítono, ingente y enfática, contribuía a la contundencia épica de la narración, que se volvió memorable y persiste como una tentación que no pocos evocamos todavía intentando emularla.

Fue en la preparatoria cuando supe que esa voz mitológica pertenecía a Álvaro Mutis. Quizá como muchos fui descubriendo que a ese nombre respondía un hombre legendario; un escritor secreto cuyos libros importaban un raro hallazgo, que vivía en México, donde había llegado como un prófugo, que había estado preso en la cárcel de Lecumberri no por razones políticas, sino amistosas que, como otros escritores -Salvador Novo, Jomi García Ascot, Fernando del Paso, Francisco Hernández- trabajaba en la publicidad y se le atribuía el slogan de "la chispa de la vida". Su leyenda se acrecentaba con anécdotas prodigiosas que solían tener el desenlace de una frase certera. Cuando lo conocí, su leyenda me pareció escasa.

Es sabido que la literatura puede ser también una revelación de la existencia, que una copa de vino, por ejemplo, se enriquece por el sólo hecho de que, cuando las disfrutamos, ya hemos obtenido de los libros esa sabiduría. De la misma manera, eso que llaman "la realidad" puede enriquecer la literatura, de forma que disfrutamos más una copa de vino en los libros cuando ya hemos adquirido su conocimiento en "la realidad". En Mutis, la vida y la literatura se intrincaban magistralmente. Beber un martini con él derivaba menos en una anécdota que en una historia que comenzaba con el elogio y la evocación del martini que se estaba bebiendo, el cual se volvía todavía más placentero y memorable por el elogio, la evocación, las historias, los comentarios, el ingenio de Mutis.

También en su escritura se entreveran acaso su biografía y la literatura. Conversaba con el mismo énfasis en la voz que le prestaba a la narración de Los Intocables y en sus relatos pueden descubrirse alusiones, ciertas historias, algo de la evocación épica y el estilo irónicamente sentencioso que imperaban en su conversación, en la cual se originaron algunos de sus relatos. Confesaba que una plática con Luis Buñuel, que sostenía que no podían escribirse historias góticas que ocurrieran en el trópico, propició La mansión de Araucaima, con la que Mutis, como una apuesta, se propuso demostrarle lo contrario. No sólo en el Diario de Lecumberri se adivinan sus recuerdos, no siempre imaginarios; también sus cuentos, sus novelas, su poesía están hechos de ellos, de viajes novelescos, de su ineludible capacidad para convertir cada pasaje cotidiano, cada minucia, cada adversidad diaria en un acontecimiento, de su portento verbal que le permitía describir a un personaje, a un paisaje, una circunstancia con una frase categórica.

Como un riguroso divertimento natural, los relatos de Mutis derivan en el diario, en la conjetura, en la poesía, y su poesía deriva íntimamente en la narrativa. No desdeñó el periodismo, a veces refugiándose en el nombre de Alvar do Mattos, y tampoco dejó de atrever un género peligroso y denostado: el del prólogo. En De lecturas y algo de mundo, su hijo, Santiago Mutis, compiló algo de ese trabajo en el que puede reconocerse también a ese lector obsesivo que citaba, como un hallazgo, las palabras adecuadas del autor adecuado en el momento adecuado. Incluso el Quijote se volvía un descubrimiento cuando hablaba de él. Sus reseñas y alusiones literarias eran una incitación a la lectura.

Miguel Ángel Merodio no es el único que ha sospechado que Álvaro Mutis contribuyó, no sólo con su voz, a la narración épica de Los Intocables, en la cual se adivinan varios rasgos de su literatura. Cree, sin embargo, que también resulta posible que el relato peculiar de esa serie de televisión hubiera influido a Álvaro Mutis, induciéndolo a encontrar un estilo personal.

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