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Homenaje a un lingüista

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Homenaje a un lingüista

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Saúl Rosales

En la escuela primaria de hace poquito, apenas doce lustros, para más precisión entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y antes de la Guerra de Corea, los niños se hacían reír unos a otros con un cuento que habría narrado un profesor y que pasaba de generación en generación.

Decía el cuentito que una pareja de campesinos había emigrado a la ciudad llevando consigo a un recién nacido para el que aún no tenían nombre. Igual que cualquier recién llegado del campo, desconocían muchas cosas como una que la gente se colocaba entre la oreja y los labios.

Preguntaron el nombre del artefacto. “Teléfono”, les dijeron. El papá campesino se emocionó. Es un bonito nombre que le podemos poner al niño, dijo. No, no es bonito, replicó la mamá campesina. Cómo va a ser bonito nombre si es el de un aparato negro, negro.

Mientras discutían los pros y los contras gastaban sus huaraches calle tras calle. Al llegar a un cruce les parpadeó con cromatismos diversos la cabeza de un poste. En tanto esperaban poder atravesar preguntaron a otro transeúnte cómo se llamaba el artefacto de las luces de colores.

“Semáforo”, les informaron. Ya ves, dijo la mamá campesina. Esta palabra es mejor para nombre del niño. Suena más bonito que teléfono. Cómo crees, contrarreplicó el papá. Fíjate como suena fuerte: «áforo». Por eso, dijo la mamá, para que el niño sea fuerte.

Discutiendo cruzaron la calle. Avanzaban y no se ponían de acuerdo. Teléfono. Sí. No. Semáforo. Sí. No. Argumentaban y argumentaban hasta que uno de ellos dijo, bueno, ni tú ni yo, ni teléfono ni semáforo. Vamos a juntar parte de cada palabra y que se llame Telésforo.

El cuentito es pueril, para hacer reír niños. Viene al caso porque teléfono y semáforo son palabras ensambladas con vocablos griegos; también Telésforo que, aunque no se pueda creer, sí hay quien lo luzca, cierto que con un secreto deseo de demandar a sus padres.

Antes de que la educación media y superior se hundiera en el pragmatismo, las tres palabras podían ser esclarecidas por la etimología, pero la etimología ya no es una clase de los planes de estudios. Si ahora un estudiante siente curiosidad por algún término necesita un diccionario.

Uno bueno es el Breve diccionario etimológico de la lengua española, de Guido Gómez de Silva, quien fue hasta su muerte Miembro de Número de la Academia Mexicana de la Lengua. Quise hacer referencia a esa obra suya y a él mismo porque su muerte acaeció el 17 de noviembre pasado.

Guido Gómez de Silva es -es, porque sus obras lo mantendrán siempre presente- autor de otros libros de carácter lingüístico, sin embargo, el diccionario mencionado alcanza para mostrar que con su muerte la cultura mexicana y toda la de la lengua española perdieron una mente privilegiada.

La etimología estudia el origen, la historia y por añadidura el sentido de las palabras. Al conocer la etimología de los términos la mente llega más rápido y con mayor certeza a las realidades que nombran.

Después de consultar la etimología de “teléfono”, sabemos que viene del griego tele: “a distancia” y también del griego phone: “sonido” o “voz”; al saberlo, con más facilidad se nos revelan significados de palabras como telégrafo, televisión, telescopio, teleférico, telefoto, teleología.

El Breve diccionario etimológico de la lengua española, de Guido Gómez de Silva, se ocupa de todos los campos a que se dedica el cerebro humano. Pero no sólo de palabras aisladas, sino también de construcciones como “baño María”, “sin embargo”, por ejemplo.

Igualmente, proporciona las etimologías de ciudades, naciones, elementos de la geografía y, lo que puede resultar un atractivo especial del diccionario, las de nombres personales; también las de las letras del alfabeto y hasta las de las notas musicales (do, re, mi).

Es muy rico de contenidos el diccionario de Guido Gómez de Silva (1925-2013) y aunque parece que sólo interesaría a especialistas, lo cierto es que dará satisfacción a cualquier persona que sienta curiosidad por el origen de las palabras de la lengua española, que es nuestra amada lengua.

Correo-e: rocas_1419@hotmail.com

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