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A Magical Mystery Tour

RAÚL HUMBERTO MUÑOZ ARAGÓN

La maravilla de la vida es una aventura que ha de recorrerse en conjunción y comunión con otros, no sólo hombres y mujeres, sino con las múltiples, diversas e incontables manifestaciones de ella misma a lo largo y ancho de este pedazo de tierra que navega el Universo, seres lo más disímbolos y extraordinarios que van de lo más bizarro que nuestra cultura personal conciba a las manifestaciones más extraordinarias de armonía y belleza, todo esto, hace más que pertinente el compartir y contrastar con ellos el andar por esto que llamamos vida, esto que pudiera reducirse a un juego caprichoso que juegan las partículas elementales, que en su danza mágica hacen posible la construcción de esta gran sinfonía que es el ser y el estar.

Sin duda, el abordar este "Magical Mystery Tour" que es vivir, siempre es mejor en compañía, que nada ve mejor que a través de los ojos amados, pues de ellos ampliamos en una multiplicación exponencial las sensaciones, los descubrimientos se magnifican, compartir sueños, ideas, anhelos, angustias, alegrías, miedos, siempre es mejor entre dos… más la conjunción de esos dos.

Esta noche… -y digo esta noche, porque siempre es esta noche, en cualquier tiempo, en algún lugar siempre diferente, con otros protagonistas, pero suele ser la misma historia repetida infinitas veces en todas las épocas y culturas- cuando el sueño está en su mejor momento, ése en el cual no hay mejor lugar que tu espacio, en el que las sábanas por fin han alcanzado la temperatura ideal, cuando el abrazo es perfecto y los sueños te envuelven en un susurro que nos ayuda a navegar por la realidad. En ese preciso instante, cuando todo el Universo se confabula a tu favor, un llanto te trae de vuelta impulsándote a levantarte con mayor velocidad de la que te consideras capacitado, grito que es la suma de tus sueños, esperanzas, orgullos y también temores.

Es un llanto que duele más que cualquier otro, sea resultado de lo que fuere, de un dolor, una pesadilla, de una tristeza, poco importa eso ante el deseo que nace en ti de atenuarlo, de hacer tuya aquella fuente del llanto y que quien lo emite se encuentre bien, que sus "abrumos", eso que le agobia e interrumpe los sueños sean tuyos, sólo tuyos, y haces que tus temores, angustias, ascos, se minimicen, desaparezcan, pues dejan de importar, sólo hay presencia de un llanto que ha de ser atendido. Nada es más conmovedor que el llanto de un hijo, no hay nada que más duela que el que ellos emiten, sea aún por la tristeza que los envuelve al ver alguna imagen o video que toca las fibras de su ser o una enfermedad que le atormenta o un sueño que torna en pesadilla o el no ver a mamá o papá cuando estaba seguro de ello.

Pero también no hay momento más maravilloso en este viaje mágico y misterioso que el momento en que te conviertes en padre o madre, la vida cobra un nuevo sentido, se reinventa, se multiplica ad infinitum… y más allá, nada vuelve a ser igual, todo es más extraordinario, tiene una nueva visión, las prioridades son otras. De repente, vuelve la magia al mundo, los imposibles se tornan en una realidad tangible, la sonrisa, la risa, las ocurrencias de un hijo alimentan el espíritu de mamá y papá más que cualquier otra cosa, te alegran al instante, hacen que te transformes y alcances cotas personales que antes parecían inalcanzables. La felicidad te llega en un abrazo, en un "te quiero mucho", en una mirada de admiración por lo que tú eres, independientemente de vicios y virtudes privadas y públicas… empiezas a entender el camino extenuante, portentoso, hecho por tus padres, descubres que quizá no estaban tan errados en aquello que soñaron para ti, en ese acompañamiento y exigencia por agobiarte con el cumplimiento de las tareas, te das cuenta que esas "trampas" que hacías para evadir alguna actividad o conseguir algún logro personal nunca pasaron desapercibidas, que fueron concesiones para consentirte. Te das cuenta de que las "exageraciones" que en materia de precaución tenían para contigo son pocas para las que hoy tienes ante tus hijos.

Nada mueve más el hacer de hombres y mujeres que el llanto o la risa de un hijo, es el dolor mayor y la alegría máxima; en ellos empeñas tu ser y hacer… Este viaje que es la vida se torna en el mejor camino que ha sido creado jamás, siempre de la mano de tus querencias, de ese un poco devaluado y desvirtuado término "familia", núcleo de una sociedad cada vez más podrida, más perdida que nunca, pero que en su centro tiene aquello que le es pertinente para transformarse…

Nada duele más que los hijos, nada alegra más que los hijos… no puedo siquiera imaginar el dolor que hoy abruma a miles de familias en este México agraviado, herido, lastimado… vayan estas palabras en solidaridad con su sentir. No al olvido, nunca más al dolor de padres y madres.

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