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Inconformes

Diálogo

YAMIL DARWICH

Los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional organizaron una protesta y en una actitud ordenada lograron sus propósitos. Se trataba de anular un nuevo reglamento académico que sentían les era perjudicial en sus propósitos de preparación profesional.

En Oaxaca, estudiantes normalistas protestan contra el gobierno estatal y exigen, igualmente, beneficios académicos y otros que incluyen asegurarles trabajo al terminar sus estudios. Otro tanto sucede en Guerrero exigiendo aparezcan compañeros aparentemente secuestrados durante un mitin. En estos casos aparece la brutalidad.

Los eventos requieren la reflexión y considerar la posibilidad de que sean los síntomas de una enfermedad social mayor: la inconformidad, que tiene sus orígenes en el desacuerdo, la contrariedad ocasionada por una situación incómoda o hasta intolerable y provoca respuestas varias que pueden ir desde la simple expresión reprobatoria hasta la manifestación física, con o sin violencia. Genera en las personas un estado anímico negativo, que las hace susceptibles a reaccionar airadamente, incluso con agresividad, en defensa de lo que se piensa es un derecho.

Ya hemos dialogado en otras entregas sobre el sentimiento de agravio que viven los jóvenes del mundo, incluidos los mexicanos. Las causas son de sobra conocidas; las más destacadas van desde la falta de oportunidades, el desencanto por la calidad de vida, hasta las diferencias socioeconómicas entre unos y otros grupos sociales.

El joven de la posmodernidad no tiene muy claro su futuro; hoy, la competencia globalizada les deja pocas oportunidades a aquellos que no tienen las competencias necesarias para participar y alcanzar logros personales.

Para los mexicanos, agregue otro ingrediente que agudiza el problema: la inseguridad y el círculo vicioso que ésta ha generado, empezando por el descenso de inversión, el desempleo y pocas oportunidades laborales, generadoras del bajo flujo económico.

El joven mexicano tiene que enfrentar retos que son difíciles de superar; desde su infancia, cuando encuentra un medio familiar que ha modificado su organización: padres que trabajan y por lo tanto disminuyen el tiempo dedicado a ellos, influencias invasoras de su intimidad, como los comunicados de la Internet, la televisión y el aislamiento que se autogenera con su propia forma de vivir.

Luego la escuela, con formación insuficiente, donde se le enseñan -algunas veces muy elemental- materias varias, sólo instruyéndole sin educarlo -sacarle lo mejor de sí mismo- refiriéndome a aquellas materias que ayudan a moldear la personalidad, tales como principios filosóficos, civismo, ética, etimologías, etc., esas que algunos llaman "de relleno", eliminadas de los currícula para obviar en el tiempo y hasta ahorrar dinero.

Aun aquellos que llegan a prepararse suficientemente y alcanzan algún grado profesional, deben complementarlo con otros estudios de posgrado y aún entonces no tendrán garantías de éxito, particularmente en lo material o al menos sólidas expectativas de consolidación personal y social.

Al sociabilizar con el resto de las personas son bombardeados con información orientada al consumismo que será difícil de satisfacer: el pobre querrá mejor vestido y diversión y el rico autos de moda o viajes, porque "algunos" nos mantienen permanentemente insatisfechos y no queremos darnos damos cuenta.

Lo anterior, genera consecuencias en el moldeamiento de la personalidad en las nuevas generaciones que sufren ante las pobres expectativas de vida y dado el caso reaccionan con esa inconformidad que genera rebeldía, aún mayor a la propia de la edad; son jóvenes que en su limpieza y transparencia propias de la juventud se defienden manifestándose públicamente.

Desde luego que la problemática es conocida por los adultos mal y bien intencionados y ellos saben utilizar toda esa energía y canalizarla para sus propios fines.

Así, lo legítimo de las demandas se enturbian con los intereses políticos que se infiltran entre los adolescentes mayores, generándose corrientes externas de intereses ajenos que logran sus fines parasitando a los jóvenes.

No es desconocido el hecho de la participación de grupos con diversas tendencias políticas en tales movimientos.

El choque de los jóvenes universitarios contra las instituciones, sus reglamentos y procedimientos, son síntomas de una enfermedad que se llama inconformidad, que de no atenderla crecerá y generará reacciones más radicales.

El hecho de que el Secretario de Gobernación se haya confrontado con los estudiantes politécnicos y que los gobiernos estatales muestren su debilidad concediendo hasta lo irracional -realidad criticada por el propio presidente de México- tiene dos puntos a analizar: el primero positivo, la capacidad de transigir y aceptar "otras verdades", cosa buena; la otra, la pérdida de capacidad para el ejercicio autoridad, lo que nos puede llevar más adelante a la anarquía.

Estos son nuevos avisos para el sistema, que debe modificar su rumbo y alcanzar mayor bienestar para los ciudadanos, incluidos los jóvenes y estudiantes.

El temor que me queda es pensar en la incapacidad de reaccionar de esos líderes políticos y sociales que deben tomar decisiones y actuar. ¿Usted qué cree?

ydarwich@ual.mx

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