EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

Integración latinoamericana en el siglo XXI

JULIO FAESLER

La Alianza del Pacífico es la más reciente de las propuestas para avanzar hacia la integración de América Latina.

Desde los albores de nuestra América Hispana independiente ese propósito se tradujo en los acuerdos bilaterales de Unión, Liga y Confederación Perpetua promovidos por Simón Bolívar y firmados en 1823 entre Colombia, México, Perú y Centro América. A ellos siguió el Congreso Anfictiónico de Panamá de 1826 con su segunda reunión en 1828 en Tacubaya. Desde entonces los intentos de enlazarnos han sido constantes.

Ya en el siglo XX la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio, ALALC, creada por el Tratado de Montevideo de 1960, siguiendo el ejemplo del Tratado de Roma de 1958, se propuso establecer una zona de libre comercio en 12 años. Para 1968, cuatro años antes de la meta, se constató sin embargo que los intereses de los socios más desarrollados, México, Brasil y Argentina, impedían consolidar las desgravaciones arancelarias que eran básicas para realizar el paradigma continental que abarcaba los once países firmantes.

La integración latinoamericana zozobró por culpa de los grandes agricultores e industriales que no consentían la llegada a sus mercados de los productos más competitivos del área. Se frustraba unificar un mercado desde el Río Bravo hasta la Patagonia formado por 350 millones de productores y compradores.

Sin el sentido de peligro que explicó la urgencia con que los europeos progresaron de la Comunidad del Hierro y del Acero de 1954 a un mercado común, a nosotros los latinoamericanos no nos corría prisa y la evolución hacia una estructura continental se aletargó. Podíamos tomar nuestro tiempo remendando el viejo proyecto con asociaciones regionales.

Desgranado el gran proyecto en acuerdos subregionales como el Andino de 1969, los mercados comunes del Caribe o el centroamericano, hoy coexisten algunos Acuerdos de Complementación Industrial o "de alcance parcial" dentro de la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI).

Dos polos, el Mercosur, nacido en 1991 de una concepción continental brasileña, y el TLCAN, norteamericano, creado en 1994, sustituyen los generosos propósitos originales en que soñaron los libertadores del Siglo XIX.

No faltan quienes insisten en que, como parte del TLCAN México escogió correr su suerte con la de sus dos socios norteamericanos cuyas culturas y metas le son radicalmente distintas. La realidad afortunadamente es otra.

No hay porqué concluir que los elementos comunes con Latinoamérica de tipo cultural, de idioma, tradiciones han de renunciarse en aras de ventajas económicas que existen sólo por razón de geografía. La asociación del TLCAN es un hecho consumado. Ahora hay que dar los pasos para que las ventajas que de él se derivan se compartan con el resto del hemisferio, el nuestro.

El fenómeno de la transculturación que surge con la presencia mexicana, centro y sudamericana, formando una simbiosis en el territorio de Estados Unidos con la población anfitriona, se debe entender como la extensión hacia ese país de una definida identidad latinoamericana reconocida en el mundo.

Una cosa es que el inmenso mercado de Estados Unidos y Canadá ofrezca perspectivas inigualables, no sólo a los productos mexicanos sino a todos los demás latinoamericanos y del resto del mundo, y otra es que tras de 20 años del TLCAN, se percibe la vitalidad de la convicción de comunidad con los 20 países de la familia latinoamericano, que comparten historias, visiones, y aspiraciones que no se han diluido. Prueba de ello es nuestro interés ahora en acelerar la Alianza del Pacífico.

La globalización, sin embargo, ha ido disolviendo la validez de las visiones regionalistas del desarrollo. Hace tiempo que México, al igual que el Mercosur, tiene acuerdos económicos con la Unión Europea.

Argentina, en el extremo opuesto de América, piensa solicitar adherirse al TLCAN. El proyecto de un canal transítsmico en Nicaragua con apoyo chino, o el que debiéramos realizar en Tehuantepec, saltan más allá de fronteras terrestres u oceánicos para enlazar economías situadas en antípodas.

La negociación de la Alianza del Pacífico, que sólo reúne a cuatro países (México, Chile, Perú y Colombia) se queda corta frente a la colosal pretensión de la Sociedad Estratégica y Económica Transpacífica (TPP) impulsada por Estados Unidos y que supuestamente entrará en vigor el primer trimestre de 2015 va mucho más allá de lo continental. Las dimensiones de este acuerdo que incluye a México, Chile y Perú son comparables al esquema de un mercado común asiático que abarque la región de la ASEAN y ocho países más empezando por China.

En este dinámico, por ahora inconexo, proceso de reformas en las estructuras y equilibrios geopolíticos corresponde a América Latina no perdernos en pequeñas ambiciones sino adelantarnos a proponer los arreglos que mejor convengan al bienestar de nuestros pueblos.

juliofelipefaesler@yahoo.com

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 1010417

elsiglo.mx