Llegó la Navidad y nuevamente el mundo cristiano entra en un período de análisis sobre el comportamiento y su desenvolvimiento social.
Existen algunos textos que hablan de Jesús; algunos son bellos cuentos y otros podrán tener algo de verdad.
Más allá de aceptarlos como verdaderos, son inspiradores en Navidad para reflexionar y retomar propósitos de mejora.
Le comparto algunas curiosidades.
El "Libro Sobre la Infancia del Salvador", narra la impresión de una comadrona que asistiera a María en el parto: "sobrecogida de miedo al querer penetrar en el interior, -de la cueva- ante la gran luz que ahí resplandecía y que no desaparecía ni de día ni de noche".
El "Evangelio Árabe de la Infancia de Jesús", que tal vez sea una compilación del Evangelio de Santiago y del de Tomás, tomamos el versículo segundo que dice que Jesús habló cuando se encontraba en la cuna y... "dijo a su madre: 'yo soy Jesús, el hijo de Dios, el Verbo, a quien tú has dado a luz de acuerdo con el anuncio del ángel Gabriel. Mi Padre me ha enviado para la salvación del mundo'".
El "Evangelio Armenio de la Infancia" hace narraciones fantásticas y maravillosas del niño Dios que, como tal, también hacía travesuras: "Jesús acostumbraba conducir a los muchachos hasta el brocal del pozo que surtía agua a toda la ciudad. Y, cogiendo los cántaros de sus manos, los chocaba entre sí o contra las piedras y los lanzaba después al fondo del pozo. Y con esto, los muchachos aquellos no osaban a entrar en casa por miedo a sus padres. Jesús entonces se compadecía viéndolos llorar y les decía: -No lloréis más, que yo os devolveré vuestros cántaros-. Después daba órdenes a los raudales del agua, y arrojaban de nuevo los cántaros intactos a la superficie. Cada uno cogía el suyo y se marchaba a sus hogares contando a todo el mundo los milagros de Jesús".
Un amigo mío me compartió un texto del mes de abril de 1941, que se afirma es del diario "El Comercio" de Lima, Perú, en el que se refieren a un pergamino antiquísimo encontrado en la Biblioteca de los Padres y hermanos Lazaristas de Roma.
Trata de una carta escrita por Publius Lentitius, antecesor de Poncio Pilatos en la gubernatura de Judea, dando testimonio de Jesús:
"El Gobernador de Judea, Publius Lentitius, al Emperador Romano.
Supe, !Oh César! que tú deseas saber algo respecto al hombre virtuoso que se llama Jesucristo y a quien el pueblo considera como profeta y como Dios y de quien dicen sus discípulos que es el Hijo de Dios, Creador del cielo y de la tierra. En realidad, ¡Oh, César! se oyen diariamente cosas maravillosas. Por decirlo brevemente, él hace resucitar a los muertos y sana a los enfermos; es hombre de mediana estatura de un aspecto benigno, de grandísima dignidad, lo cual se manifiesta en su rostro, de una manera que, al considerarlo, uno infaliblemente siente la necesidad de amarlo y temerlo.
Su pelo largo hasta las orejas tiene el color de nueces maduras y desde allí cayendo sobre las espaldas es de un color brillante y dorado. En la mitad de la cabeza está dividido según usan los nazarenos. La frente lisa y la cara sin arrugas, ni manchas. La barba, igual al pelo de la cabeza, en color, esta crespa y, sin ser larga se divide en el medio. La mirada seria posee la virtud de un rayo solar. Nadie le puede mirar fijo en los ojos.
Cuando habla amonestando inspira temor, pero apenas acaba de reprender y está como llorando. A pesar de ser severo, está muy afable y amable. Se dice que nadie le ha visto reír, pero sí llorar. Todos encuentran su conversación afable y agradable. Pocas veces aparece en público, y cuando aparece se le ve muy modesto. Él tiene una presentación muy noble. Él es hermoso. Por lo demás, su madre es la mujer más hermosa que jamás se ha visto en estas regiones.
¡Oh, César! Si tú deseas verlo como me has escrito una vez, hazme saberlo y te lo enviaré enseguida. Él no hizo nunca estudios; no obstante, él sabe todas las ciencias. Él anda descalzo y con la cabeza descubierta. Muchos al verlo de lejos se ríen; pero apenas se acercan tiemblan y lo admiran. Dicen que jamás se ha visto en estas tierras un hombre como Él.
Los hebreos aseguran que jamás se ha oído una doctrina como la suya. Muchos dicen que Él es Dios; otros que Él es enemigo de César.
(...)
En Jerusalén, indico (sic) 7 del undécimo mes. Publius Lentutius. Gobernador de Judea.
Las citas anteriores, sin duda nos dejarán reflexionar en el amor, particularmente el de Dios hacia nosotros.
¡Felicidades!
ydarwich@ual.mx