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Juegos pirotécnicos y opacidad

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LUIS F. SALAZAR WOOLFOLK

La inseguridad en Torreón vuelve a un primer lugar de atención del público, a raíz de una serie de homicidios que han azotado a la ciudad en los últimos días. Un muerto y dos heridos frente a un restaurante del bulevar Independencia; dos muertos al salir de un bar en el bulevar Diagonal Reforma; una mujer masacrada y otras tres heridas en una cervecería del Mercado Alianza, así como los ataques a balazos a un restaurante de mariscos y un lugar de acogida para alcohólicos y drogadictos.

No es que la inseguridad haya regresado, la realidad es que nunca se ha ido. Las estadísticas de este año revelan un aumento sustancial respecto al año pasado, en el rubro de robos y robos con violencia, tanto en casas-habitación como en establecimientos comerciales.

Hasta ahora la opinión pública ha sido indulgente con el alcalde Miquel Riquelme, porque el factor esperanza concede el beneficio de la duda a cada nueva administración, aunado a la existencia de una estrategia de comunicación del Gobierno que de la sana distancia respecto al morbo que suscrita el tema de la inseguridad, ha pasado al ocultamiento insano de la realidad. Tratar de cambiar la percepción en la mente de las personas, sin atacar de fondo las causas de la inseguridad real, es simple y llana manipulación.

El colmo en forma de botón de muestra lo ofrece la miscelánea "Super Don Balta", ubicada en avenida Matamoros y calle Veintisiete, cuyos dueños después de cuarenta y tres años de permanencia en el mercado, han decidido cerrar el negocio tras haber sufrido tres asaltos violentos con resultado de robo en menos de un mes, porque al decir de los propietarios, "en esta ciudad impera la injusticia, la inseguridad y la impunidad…".

Los hechos relatados son graves, sin embargo la reacción de las autoridades es peor. Frente al repunte de los homicidios Riquelme minimiza los delitos por considerar que están relacionados con la explotación de "giros negros" y tienen su origen en el "crimen organizado", llegando al extremo de afirmar que tales hechos delictuosos "no afectan a la "sociedad civil…", como si las víctimas de carne y hueso por ser lavacoches o meseras, fueran seres desprovistos de dignidad y derechos humanos.

Se entiende que los crímenes no son culpa de Riquelme, pero sí son su responsabilidad y la de su gobierno, las labores de policía preventiva en la ciudad de Torreón y es responsabilidad del gobierno del Estado a cargo de Rubén Moreira, la labor de procuración de justicia que se concreta en la investigación de los delitos y el castigo a los delincuentes, actividad que en Coahuila no existe.

El alcalde reacciona frente a los hechos ordenando el cierre de treinta y tantas cantinas y tres hoteles, mediante el despliegue de un impresionante operativo policiaco que justifica la clausura con pretextos tan diversos, como el incumplimiento a las reglas de uso del suelo o la falta de extinguidores. Un verdadero ejercicio de fuegos artificiales, con el que Riquelme pretende que el gran público de Torreón, se entretenga y presencie el espectáculo con la boca abierta.

La reacción de la autoridad en el caso del "Super Don Balta" también es lamentable. El alcalde asegura que no tenía conocimiento de los tres asaltos del último mes que convencieron a los dueños de cerrar el changarro, y es posible que Riquelme en esto diga la verdad.

Lo cierto es que la falta de transparencia que el Moreirato ha llevado al extremo, corrompe a tal grado a las instituciones del Estado de Coahuila y del Municipio de Torreón, que la opacidad oculta la realidad no sólo a los ojos de los ciudadanos sino incluso, ciega a los propios gobernantes.

Las políticas públicas que con dañada intención maquillan las estadísticas; la proliferación de corporaciones policiacas fuera de control que dispersan la información y la desaparecen; la distracción de recursos materiales y humanos en el espionaje a opositores y disidentes; la obsesión por mantener callados a los medios de prensa; la terquedad por tener bajo control a consejos ciudadanos y líderes empresariales y sociales, etcétera, son estrategias que terminan por incorporar la opacidad a las instituciones como un verdadero cáncer, y ello explica que Riquelme, no vea ni escuche a las víctimas.

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