Kubrick al violín
El cine de Kubrick, como los buenos libros, se visita muchas veces, porque uno puede apreciarlo desde diferentes ópticas artísticas y eso no puede más que enriquecer al espectador
El legendario cineasta Stanley Kubrick es identificado en la historia del cine por una serie de características. Hizo pocas películas, pero absolutamente todas están realizadas con una calidad implacable. Quizá su rasgo más famoso sea la pulcritud con la que trabajaba y su obsesivo perfeccionismo, pues era un amante de la estética. Más de una actriz (Shelley Duval en el Resplandor o Nicole Kidman tras Ojos Bien Cerrados, por mencionar algunas) tuvieron que asistir a terapia psicológica después de trabajar con él, debido al alto estrés al que eran sometidos los intérpretes para alcanzar el grado de belleza que Kubrick buscaba.
Su perfecta fotografía (ante todo Kubrick era un extraordinario fotógrafo), la congruencia en los guiones, sus torturados personajes con su futuro ambiguo-desalentador, más una fuerte crítica social, son apenas algunos elementos que conforman la muy gustada y a veces poco comprendida filmografía 'kubrickiana'.
BANDA SONORA
La música en las películas de Kubrick, lejos de ser una cortina de fondo, son uno más de sus intrincados personajes. O se puede decir, para no exagerar, al menos tienen una carga emocional con una importancia que hay que subrayar. Son cotizados entre los coleccionistas y entendidos en el mundo de la música los soundtracks de Naranja Mecánica, Odisea 2001 y Ojos Bien Cerrados. Tal fue su impacto al momento de proyectar la función que el espectador pronto recurrió a las tiendas para seguir disfrutando del sonido del filme en la comodidad de sus casa. Sin embargo, hay que detenerse un poco en la música de la no tan famosa, pero sí la más exquisita, de las películas de Stanley Kubrick: la elegantísima y bien lograda Barry Lyndon.
BARRY LYNDON
Narrada en la Irlanda e Inglaterra del Siglo XVIII, la historia surge de una novela -como todas las películas que realizó Kubrick- del escritor inglés William Makepeace Thackeary, famoso por su Feria de las Vanidades y buen amigo de Dickens. Su protagonista, Barry Lyndon, huye de la campiña irlandesa por penosos asuntos amorosos que tuvo con su prima, decide enrolarse en el ejército inglés, convivir con la aristocracia británica e ir escalando posiciones sociales sin escrúpulo alguno con tal de dar sosiego a su desmedida ambición, objetivo que lo irá llevando a tan diversas situaciones.
LA MÚSICA
La pieza que fungirá como eje para acompañar en sus aventuras a Barry Lyndon, es la maravillosa Sarabande de Georg Friedrich Handel. Esta pieza aparecerá y reaparecerá en diversos momentos de la historia, con diferentes instrumentos y entonaciones. Es la única que se repite, como en las películas de Kubrick sucede, pues hay una pieza que es quien va de la mano con el protagonista. Sobre todo en las escenas en el campo irlandés, la música folclórica de la región se hace presente con las obras Women Of Ireland de Sean O´Riada, la danza Piper´s Maggot Jig y los maravillosos instrumentos de viento en The Sea Maidnes y en Lilliburlero, ambas ejecutadas con instrumentos de la época en un entorno fantástico que hace recordar a los celtas.
Hay una boda y por supuesto la Marcha al Idomeno de Wolfgang Amadeus Mozart acompaña la escena posterior. Barry Lyndon va como soldado de infantería a la guerra y mientras marcha con el resto del ejército, suena la popular British Grenadiers para envolvernos en un clima bélico, pues pronto sonará la Hohenfriedberger March con toda su elegancia. Ya entrados en ambientes teutones, la Danza Germana No. 1 en C Mayor de Franz Schubert decora una bonita escena de seducción, juego de cartas y pomposos vestuarios a la luz de las velas.
También Antonio Vivaldi hace su aparición con su Concierto de Cello en E Menor, tercer movimiento, en un momento denso, triste, tétrico, de muerte, que acompañará a uno de los personajes y que muestra un lado muy melancólico del gran compositor italiano.
Para cerrar, aunque no necesariamente las obras mencionadas tienen un acomodo cronológico, el maestro Johann Sebastian Bach deleita con el Adagio de su Concierto para dos Clavicordios, Cuerdas y Continuos en C Menor, quizá la más interesante y rica de lo anteriormente mencionado y volver así a la Sarabanda de Handel para cerrar el ciclo musical en el mismo punto en el que se comenzó.
La suerte de Barry Lyndon no será diferente a la de la mayoría de los personajes de Kubrick. Saber lo que le depara el destino a Alex de Large (Naranja Mecánica) Humbert Humbert (Lolita) el Doctor Bill (Ojos Bien Cerrados) o cualquiera de sus otros personajes, da una pista de hacia dónde conduce el destino: hacia un futuro perturbador, casi invisible, pero en donde a pesar de una conducta inmoral, la redención y la gama de posibilidades es una puerta abierta. Nada está escrito en el futuro, no hay lógica alguna y la maldad puede triunfar, si acaso así lo decide.
La gran selección musical de Kubrick habla de un serio conocimiento sobre el tema, pues después de escoger concienzudamente una obra literaria para adaptarla a la pantalla grande, un guionista, sus actores, los sets de filmación y, algo que le tomaba mucho tiempo, sus encuadres (o fotografía), en la postproducción sabía vestir con temas musicales clásicos que en ocasiones han igualado en importancia a la película misma. Se sabe que Stanley pasaba largos momentos, días enteros, escuchando música, visualizándola en su obra y de ahí su amplio y sofisticado repertorio.
Twitter: @AlexRodriguezSa