EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

La caza del oso

GILBERTO SERNA

Brrrr! vaya frío que ha hecho estas últimas semanas aquí en La Laguna. El agua sale helada de las llaves con una temperatura que se ha mantenido en esta temporada por arriba de los cero grados. No era de los más fríos, pero sí ha sido una temporada que se alarga según pasan los días obligándonos a permanecer cerca del fuego. Cabría decir que la región no se conoce por tener crudos inviernos.

La chimenea es un refugio seguro por las noches de duro cierzo invernal cuidando que su tiro funcione correctamente dejando salir el humo al exterior. Por las horas diurnas un abrigo de astracán una bufanda y un par de guantes; y si su edad lo amerita un gorro de piel forrado con lana que le cubra, de la mollera a la nuca. Si goza de un economía sana podría cubrirlo de Mink o bien de Visón. (Aquí en Torreón había un criadero de estos animalitos).

Han transcurrido más de treinta años desde que leí por primera vez la novela País de las sombras largas escrita por Hans Ruesch, impresa en el mes de noviembre de 1981. No es sino hasta ahora, en estos días fríos, que la encontré después de extraviarla entre otros libros. Quiso la casualidad que cayera de nuevo en mis manos. La alegría por hallar un lingote de oro no sería mayor que sólo hojear el relato que revela la vida del hombre en un frío inclemente. (A propósito del metal aurífero usted puede usted encontrarlo en Fort Knox que es una pequeña población de Kentucky formada en su totalidad por una base militar, considerado uno de los lugares más inexpugnables del mundo) o puede preguntarle a James Bond mítico personaje que conoció a Goldfinger. Como dato curioso les diré que la antorcha de la estatua de la libertad en Nueva York está bañada en oro. Si la estatua entera estuviera hecha de oro macizo hubiera requerido el oro que haya extraído el hombre de las minas a lo largo de toda su historia, más o menos 153 mil toneladas.

Releía en el libro la etimología de esquimal es la de devorador de carne cruda. Los esquimales habitan en el territorio ártico. Están adaptados a las tundras árticas, las que están cubiertas de nieve durante largos 9 meses del año. Lo más notable es que sus pestañas son pesadas para proteger los ojos del resplandor del sol que se refleja en el hielo. Desarrollan una vida nómada siguiendo las migraciones de los animales que cazan, como la foca, la morsa y la ballena. Viajan en trineos tirados por perros o simplemente a pie cuando la distancia es corta, yendo de cacería para tener alimento, aprovechando todas las partes del animal cazado utilizando su piel para abrigarse o también para construir viviendas y herramientas.

De niño, cuando el planeta apenas había dado unas cuantas vueltas desde la creación del mundo, escuchaba que los esquimales levantaban sus propias casas usando bloques de hielo a manera de grandes adobes que con gran pericia cortaban en un tiempo récord. Su construcción es redonda calentándolos con la quema de aceite de foca o de ballena. No teniendo un fusil o cualquier otra arma para abatir al oso a distancia, se hubo de valer de su ingenio por lo que sacó de entre sus ropas una costilla de foca, de una temporada anterior, la que había afilado desgastándola frotándola con la dentadura de una morsa, luego se dedico a encontrar al plantígrado parapetándose en una loma de nieve, desde la cual divisó al animal que venía hacia él.

Ernenek, que era su nombre sacó una bola de grasa y se la arrojó, no mas grande que una pelota de sofbol llevando dentro una costilla doblada. El oso se acercó olisqueando el regalo que devoró chasqueando su lengua. Al disolver los ácidos de su estómago la grasa la hoja se desdobló. Lo que siguió es historia.

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 959497

elsiglo.mx