Atrás han quedado los grandes desfiles en que, enlazado a los líderes de sindicatos y organizaciones populares, el Presidente de la República se fotografiaba marchando brazo con brazo al Zócalo para consolidar los derechos obreros y así remachar con ese ritual anual, el régimen político que, con el tiempo tendría que ceder el espacio que había usurpado a una ciudadanía que al paso de muchos años, reconstruiría su dignidad cívica.
El Día Mundial del Trabajo ya no es fecha para las concentraciones programadas que marcaron la larga época de dictaduras europeas, latinoamericanas y en todo el mundo. Hoy la celebración está muy menguada, débilmente rescatada por las nostalgias del poder perdido.
En México los baluartes de la izquierda ya no se yerguen con los cientos de miles de registrados de los sectores obrero, magisterial, petrolero o electricista. Varios dirigentes sindicales van cayendo en la cárcel o se refugian en sus fortificadas mansiones. Normas frescas de la globalización internacional los han alcanzado.
Las encuestas nos informan que la niñez y juventud mexicanas registran calificaciones educativas más que mediocres, muy por abajo de que reportan los países con los que nos relacionamos.
La Reforma Educativa, ya aprobada, incluye realizar la prueba ENLACE para determinar el grado capacitación de los maestros. En pocos Estados ya se aplica y en otros los resultados son simplemente desastrosos. No tenemos posibilidad de competir con países que cuentan con un respaldo de capital humano mucho más preparado.
La educación está a la base de todo progreso. Si actualmente los índices nos ubican en lugares muy mediocres, ello no indica necesariamente que se requiera incrementar los gastos en de educación mientras no nos aseguremos que el presupuesto de educación llegue a donde hacen falta. El actual dispendio en plazas inexistentes o millonarios gastos electorales drena recursos con los que podrían multiplicarse los esfuerzos en educación.
No podemos tener alumnos de calidad sin maestros idóneos. Logrados éstos, mediante evaluaciones y cursos de capacitación, la siguiente prioridad está en los sistemas educativos que se utilicen.
Entre las reformas que están en curso la de educación es la primera en importancia. De su acierto y ejecución sistemática depende que en quince, o si mucho veinte años, los niños y jóvenes actuales puedan labrarse su lugar en la sociedad que para entonces será más exigente que la actual.
Muchas de las decisiones que se están tomando en estos momentos en relación con las reformas económicas o sociales están diseñadas para madurar y rendir resultados en 2025 o 2030. Serán por completo inútiles si México no cuenta con la población que las pueda operar y aprovechar.
Las evaluaciones hechas por Mexicanos Primero señalan que apenas en decenas de años de esfuerzo continuo, y sin vacaciones de ningún tipo, podríamos alcanzar niveles de conocimientos y eficiencia de calidad en nuestras poblaciones rurales y urbanas comparable a la de países de mediana calificación.
Es incongruente que nos empeñemos en acelerar reformas estructurales de hondo calado en campos como el energético, político o en comunicaciones dejando la educación en el peligroso abandono que a lo largo de las décadas los espurios intereses político-sindicales la han condenado.
juliofelipefaesler
@yahoo.com
primero de mayo de 2014