Hizo alusión al Holocausto y se dio el lujo de burlarse tanto de su propia raza -la judía- como del pueblo alemán. Habló y dio detalles de su vida sexual, inexistente a esas alturas del partido según explicaba, y pronunció la palabra "vagina" en varias ocasiones ante una atónita y divertida audiencia.
Vaya que se necesita estómago y muy buena lid para escuchar a una mujer de 81 años con más de una treintena de cirugías plásticas en su haber, hablar de escarceos románticos, juguetes sexuales para adultos mayores y de esa palabrita que a los puritanos y a las conciencias pías les genera ámpula, y más cuando se dice en televisión nacional: vagina.
Jimmy Fallon, en su debut como conductor del legendario programa de entretenimiento nocturno "The Tonight Show", que junto a "Saturday Night Live" son el termómetro por excelencia de la vida en Estados Unidos, se anotó un diez levantándole el castigo a Joan Rivers, e invitándola a regresar a los estudios de la cadena NBC.
No, el regreso de Joan Rivers a "The Tonight Show" después de un veto de casi treinta años por parte de quien la hizo saltar a la fama y pronosticó que alcanzaría un gran éxito, el inolvidable Johnny Carson, no fue terso, pero se robó la noche. Y es que con Rivers las cosas nunca fueron tersas, ni sencillas ni aptas para todo público pero eso sí, generaban cualquier índole de comentarios.
Sus chistes oscilaron entre lo políticamente incorrecto, lo que nadie se atrevía a decir y las bromas de mal gusto en detrimento tanto de ella misma como de terceros, bromas que la mitad del público digería y le celebró, y la otra, no tanto.
A Joan Rivers se le amó y se le odió de igual forma; no hay medias tintas en las apreciaciones que los norteamericanos y la comunidad internacional hicieron de una figura del espectáculo cuya permanencia ininterrumpida por más de cinco décadas le confieren un estatus de leyenda y que junto a Don Rickles, la situaron como sobreviviente de una generación dorada de cómicos a punto de desaparecer.
Joan Rivers, aún muerta, sigue siendo motivo de polémica en un país que mediante la comedia, deconstruye y desmitifica el acontecer cotidiano, lo insulso e intrascendente, y a quienes participan en la esfera de lo público.
Mucho menos solemne no obstante su lid puritana, Estados Unidos a través de la televisión nocturna y los cómicos de situación, es un país que se ha sabido burlar de su propia condición, de sus tribulaciones, anacronismos e imperfecciones sociales, políticas y económicas.
Y es Joan Rivers precisamente, gracias a su irrepetible bis cómica, su agilidad mental y esa capacidad de diseccionar lo cotidiano a partir del mal gusto, la ironía y la mordacidad que le era característica, fue lo que la convierte en un ícono cultural y parte del imaginario colectivo de una nación.
Rivers, vaticinando su propio fin, se dio el lujo de bromear de todo y de todos, y no observó límite en sus críticas ni a la hora de esparcir veneno. No obstante, hasta sus más acérrimos críticos le reconocen una admirable ética para el trabajo, versatilidad e inventiva, además de haber sorteado innumerables obstáculos y tragedias y a pesar de todo, haber seguido en pie.
Dijo Joan Rivers hace no mucho, en alusión a su propia muerte, lo siguiente: "Sabes que tengo 81 años de edad y podría caer muerta en cualquier momento y ustedes serían tan afortunados, ya que tendrían una historia que contar para el resto de su vida".
"Cuando muera (sí Melissa, ese día llegará; y sí, Melissa todo está a tu nombre) quiero que mi funeral sea un gran asunto del showbiz con luces, cámara y acción", pidió Joan a su única hija. Y vaya que el deseo se cumplió…
Nos leemos en Twitter, sin lugar a dudas: @patoloquasto
