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La renuncia presidencial

Actitudes

JOSÉ SANTIAGO HEALY

No es la primera vez que se habla de una renuncia presidencial.

Durante y antes de la revolución mexicana los nombramientos, destituciones, muertes o renuncias de presidentes era el pan de cada día.

Pero luego llegaría la etapa posrevolucionaria que ha mantenido hasta nuestros días una asombrosa estabilidad a lo largo de los períodos presidenciales.

Los gobiernos sexenales se han cubierto sin interrupciones ni cambios desde que fueron instaurados en 1934 con la llegada al poder de Lázaro Cárdenas.

Van ochenta años de una impresionante continuidad. Desde entonces ningún presidente mexicano ha sido derrocado, asesinado o renunciado, vaya, ni siquiera ha sufrido alguna enfermedad grave que lo hubiera obligado a dejar el puesto.

Seguramente por esta situación se generó años atrás el mito de que los presidentes mexicanos eran simplemente inmortales.

Son pocos países lo que pueden jactarse de tal secuencia aun cuando se han vivido en México momentos muy tensos que generaron fuertes corrientes populares a favor de la renuncia de sus presidentes.

Ni Estados Unidos ha vivido nuestra realidad, en 1963 asesinaron a John F. Kennedy y luego en 1974 el presidente Richard Nixon fue obligado a renunciar por actos ilícitos que realizó y que pretendió ocultar a costa de todo.

En México presiones fuertes se dieron contra Gustavo Díaz Ordaz luego de la matanza de Tlatelolco y años después contra Luis Echeverría ante el desastre social y político que prevaleció al final de su gobierno.

Pero la verdad una dimisión se veía remota, incluso se daba más credibilidad a posibles golpes de estado antes que a una renuncia presidencial. Años más tarde sucedió algo similar con la estatización de la banca en 1982 con José López Portillo, pero el fin de su período estaba tan cercano que tampoco se vio factible su renuncia.

Con Ernesto Zedillo volvió a rondar el fantasma de la dimisión cuando en 1995 el país y su economía se hundían irremisiblemente y ya en menor grado se repitió el fenómeno con Vicente Fox cuando la violencia arreció en México.

Hoy en pleno 2014 y a dos años de iniciado el sexenio de Enrique Peña Nieto, las demandas sobre una renuncia presidencial han tomado niveles inéditos.

Será por el crecimiento de las redes sociales, por las barbaries de Iguala y Tlatlaya, por la pluralidad ideológica o simplemente por el perfil del político mexiquense, pero desde los tiempos de Echeverría y López Portillo no se generaba un entorno tan negativo sobre un presidente.

Sinceramente no creemos que pueda darse la dimisión o derrocamiento del primer mandatario en el corto plazo. Una renuncia antes del 1º de diciembre habría sido catastrófica porque habría obligado a convocar a nuevas elecciones, inclusive ahora imagine usted la turbulencia política que desataría la mera selección de un presidente sustituto.

Pero a diferencia del pasado cuando el presidente se escudaba en las siglas del PRI, hoy creemos que no es remoto ni tampoco imposible que una renuncia presidencial se presentara en algún momento del sexenio.

Las exigencias de una sociedad más politizada, pensante y democrática pueden llevar a eso y más. No es lo mismo gobernar a un estado de 15 millones de habitantes que a un país de 120 millones ni tampoco a una sociedad rural y analfabeta de los años 50 y 60.

En dos años de gobierno se alcanzaron reformas legales extraordinarias y modestos avances económicos, pero no se ha resuelto el clima de inseguridad e impunidad ni tampoco la percepción de una corrupción galopante y desenfrenada en las esferas del poder. De ahí que no se puede descartar un descarrilamiento del régimen.

Desgraciadamente poco le ayudan a Peña Nieto los yerros de sus colaboradores, el entorno externo cada vez más complicado y sin olvidar su dificultad para conectar con el mexicano común, sus discursos son distantes y demasiado formales.

Este gobierno tendrá, pues, que reinventarse y luego relanzarse para recuperar el terreno perdido. La duda es si se darán cuenta hasta donde han caído.

Comentarios a jhealy1957@gmail.com

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