EDITORIAL Caricatura editorial columnas editorial

La Rusia de Putin, ¿zares o mercaderes?

LUIS HERRERA-LASSO

Difícil imaginar hace unas semanas que lo que era una competencia velada por el control político de Ucrania, entre Rusia y la Unión Europea, terminaría en un escenario de opereta en el que Rusia manda a su ejército a ocupar la península de Crimea -soldados rusos con uniformes sin insignias para que nadie los pueda acusar de invasores-, y en el que en sólo dos semanas concluye la historia de una anexión anunciada.

La prepotencia de Vladimir Putin es posible debido a la situación geográfica de Crimea y a la incapacidad de Ucrania para enfrentar militarmente a Rusia. Sin embargo, la opereta puede tener más elementos trágicos de los que muestran las apariencias.

El fin de la guerra fría trajo más sorpresas de las que sus propios protagonistas imaginaron. Ni llegó el fin de la historia ni el mundo se volvió unipolar. A Estados Unidos el terrorismo internacional le marcó la agenda y como por arte de magia apareció China como gran potencia mundial. Rusia retomó su impulso de superpotencia del mundo en desarrollo: rica en territorio, recursos naturales y capacidad militar. Pobre en competitividad internacional, tecnología e instituciones democráticas. El mundo se volvió multipolar.

Pero las rivalidades entre potencias no terminaron con la guerra fría. Las zonas de influencia, que hoy se marcan más por las rutas del gas, el petróleo y los recursos naturales que por las ideologías, continúan.

En el contexto de la primavera árabe, Siria representa el caso más trágico de esta nueva realidad. El Asad, quien heredó de su padre el derecho a ser dictador en Siria, ha contado en todo momento con el apoyo de Rusia para mantenerse en el poder. Estados Unidos y Europa poco han podido hacer para detener el conflicto en Siria. China prefiere mantenerse al margen. Lo que no le desgasta le beneficia.

Dicen los expertos que los rusos lograron evitar una intervención de Estados Unidos en Siria a cambio del compromiso de El Asad de entregar las armas químicas (que nunca hizo). Para Vladimir Putin fue una victoria de Rusia frente a Estados Unidos. Si así se resolvieron las cosas en Siria, mucho más fácil hacerlo en su propio vecindario. Crimea regresa a Rusia. Fin de la discusión.

Dos victorias que más de uno calificaría de pírricas. Sin embargo, Putin aparece como un líder sin interlocutores.

Aparece como líder de una isla y no de una superpotencia; Rusia ya no cuenta con liderazgo o ideología que vender. La Rusia de Putin es un país convertido en un gigantesco negocio.

La relación con Estados Unidos la ha llevado Putin a un nivel de desgaste que hace inviable la cooperación entre las dos nostálgicas superpotencias. A pesar de ser Rusia el gran mercader de los energéticos en Europa, con la anexión de Crimea su relación política con los países de la Unión Europea queda en entredicho. Sus viejas relaciones con Polonia, Hungría o República Checa son cosa del pasado. En las repúblicas de Asia Central, donde la presencia de la URSS fue dominante, ahora las lealtades se dividen con los chinos. En lo que fue el Tercer Mundo del siglo XX, en el siglo XXI Rusia despierta poco o nulo interés.

O quizá Vladimir Putin tiene muy claro el nuevo escenario y, por ello, ha llegado a la conclusión de que la Rusia zarista es el mejor escenario. El poder a la antigüita aprovechando sus 16 millones de kilómetros cuadrados y sus recursos naturales. Sin embargo, en un mundo globalizado, la física parece tener reglas distintas: una anexión territorial puede convertirse en un factor de aislamiento y pérdida de interlocución mundial.

Director de Grupo Coppan SC, consultoría especializada en temas internacionales y de seguridad

lherrera@coppan.com

Leer más de EDITORIAL

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de EDITORIAL

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Clasificados

ID: 974836

elsiglo.mx