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La tercera parte de los mexicanos no son vulnerables a la pobreza

JESÚS CANTÚ

Los estudios de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) son estrujantes: prácticamente todos los mexicanos con empleo formal que hoy reciben el salario mínimo se encuentran en condiciones de indigencia o pobreza absoluta, pues se considera que se encuentran en dicha condición quienes reciben un ingreso equivalente a 0.6 líneas de pobreza y el salario mínimo en México representa, apenas 0.66 veces, es decir, apenas por encima del umbral trazado por la Cepal.

Para ubicarlo en el contexto mexicano, la Cepal ubica la línea de pobreza en un ingreso mensual de 3,086.06 pesos, mientras el salario mínimo actualmente es de 2,036.80 pesos. Lo que la Cepal considera como línea de indigencia o pobreza extrema es de 1,851.63 pesos mensuales; considera que todos aquellos que reciben más de 5,554.91 pesos mensuales, que equivaldría a 2.73 salarios mínimos, ya no serían vulnerables a la pobreza.

De acuerdo a los datos del informe Pactos para la Igualdad: hacia un futuro sostenible, de la misma organización financiada por la Organización de las Naciones Unidas, en México el 14.5% de la población mexicana se encontraría en condiciones de indigencia; el 31.5, serían pobres o altamente vulnerables a la pobreza (perciben ingresos entre 1,882.49 y 3,703.27 pesos mensuales, es decir, entre 0.92 y 1.82 salarios mínimos); 20.2, son vulnerables a la pobreza (perciben ingresos arriba de las 1.8 líneas de pobreza, que en el caso mexicano sería el equivalente a 2.7 salarios mínimos, es decir, 5,554.91 pesos mensuales); y únicamente el 33.7% de la población, ya no es vulnerable.

En términos llanos: una sexta parte de la población mexicana está en condiciones de pobreza extrema; casi una tercera parte, de pobreza; y únicamente una tercera parte de la población no sería vulnerable a la pobreza. Para establecer algunos puntos de comparación: en Uruguay casi las tres cuartas partes (71.4%) no son vulnerables; en Chile, casi las dos terceras partes (65.3); en Costa Rica y en Brasil, un poco más de la mitad (56.6 y 53.8, respectivamente).

Para colocarlo también en términos de los salarios mínimos en México la décima parte (10%) de los trabajadores formales ganan apenas el salario mínimo (con datos al 2011); una cuarta parte de la población (26%) gana entre 1 y 2 salarios mínimos; una tercera parte (32.3%) entre 2 y 3 salarios mínimos; casi una cuarta parte (23.6%) entre 3 y 5 salarios mínimos; y sólo un 8.1% gana más de 5 salarios mínimos; la Cepal destaca que México es el único país de América Latina en el que el salario mínimo es inferior al umbral de pobreza; incluso destacan el contraste con Costa Rica, donde el salario mínimo es de 3.18 veces el umbral de pobreza. Así en ese país centroamericano el salario mínimo mensual es de 9,813.67 pesos contra los 2,036.80 que se pagan en México, la relación es de 4.81 veces.

Estrujante la diferencia y más todavía saber que el salario mínimo cayó más de 66% en las últimas 3 décadas y de los pocos donde el mismo no ha logrado recuperar la pérdida que sufrió durante la crisis económica de 2008-2009.

La evolución del salario mínimo en México está claramente marcada por la adopción del modelo neoliberal en México, a partir de 1982, con la llegada a la Presidencia de la República de Miguel de la Madrid. En los 80's, el salario mínimo decreció; en los 90's se estabilizó, aunque siguió deslizándose levemente; pero la crisis al final de la primera década de este siglo volvió a desplomarlo.

Y aunque los empresarios y algunos economistas insisten en que no se pueden subir los salarios por decreto y que su revisión a la alza conduciría eventualmente a una crisis, es una realidad que en México el salario mínimo es un referente y que los países que aplican programas de combate a la pobreza efectivos implementan políticas salariales agresivas; y, en el país, durante las últimas 3 décadas la política ha sido exactamente al contrario, es decir, mantener una política salarial muy restrictiva, supuestamente para impulsar las inversiones productivas e incentivar el crecimiento económico, lo cual no ha sucedido.

A la luz de estos datos es muy difícil sostener la tesis de que la clase media ha crecido, ya que únicamente una tercera parte de la población mexicana puede considerarse no vulnerable a la pobreza, es decir, en condiciones que le permitan cubrir todas sus necesidades básicas; mientras las dos terceras partes viven en la indigencia, la pobreza o, al menos, son vulnerables a la misma, lo cual implicaría que viven con algunas carencias.

Lo peor es comprobar que las últimas tres décadas prácticamente han sido perdidas en México, pues como señalaba en un artículo publicado en este mismo espacio en la primera semana de abril de este año, justo durante ese mismo periodo el crecimiento económico (supuestamente uno de los objetivos prioritarios de dichas políticas -el otro es el abatir la inflación-) ha venido a la baja en los últimos cuatro sexenios, y ahora se puede confirmar con este informe de la Cepal, que los ingresos de los trabajadores mexicanos también lo han hecho.

Así el único de los objetivos del que se pueden vanagloriar los defensores de este modelo económico es de mantener bajo control el crecimiento de los precios, pero sin ninguna incidencia real en la vida de los mexicanos; pero para seguir abatiendo los precios hay que mantener un salario que ni siquiera permite cubrir las necesidades básicas de una familia mexicana.

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