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Larga vida

No hagas cosas buenas…

ENRIQUE IRAZOQUI

El escándalo alargado de Rodolfo Walss Aurioles sobre si se registró o no como precandidato a diputado local por Acción Nacional, no es otra cosa que un capítulo más de la historia de autodestrucción de su partido, que desde que fue expulsado del poder a base de votos, no hace otra que revolcarse entre sí para descarnar al más débil de sus miembros, antes que pensar en cómo jugar nuevamente su rol de oposición, que por tantas décadas le había tocado jugar.

El instituto político fundado por Manuel Gómez Morín ha perdido completamente la mística que por décadas sus estoicos partidarios defendieron, para convertirse ahora mayormente en una horda que lucha por apoderarse de los reducidos espacios políticos que aún conservan. Estos espacios están relacionados directamente con dietas, salarios y remuneraciones provenientes del erario y en el cual el Estado Mexicano en su estructura siempre tendrá en mayor o menor medida, espacios para la oposición.

Lo peor de todo para el conservadurismo mexicano es que la historia del PAN nacional marcha en la misma dirección que lo que pasa en Torreón, Gómez Palacio o Lerdo y en muchos comités estatales y municipales. En el PAN existe un síndrome de división y agresión intramuros; prefieren destruir al compañero de partido si éste los ha vencido en una contienda interna, por encima del resultado electoral constitucional. El ejemplo más cercano, Jorge Zermeño Infante, el panista mejor posicionado en la población en general, al verse derrotado en la competencia interna prefirió escatimar su capital político abriéndole la puerta al PRI que tanto decía detestar (porque hoy cobra como asesor del gobierno federal priista).

Walss ahora con sus señalamientos del presunto enriquecimiento inexplicable (o muy explicable) del senador Luis Fernando Salazar y del diputado federal Guillermo Anaya, lo único que está consiguiendo es contribuir más a concientizar a la sociedad en lo que se ha convertido su partido. Claro que la gratitud tampoco es una característica de los panistas, Walss lleva comiendo de las chambas que a través de Acción Nacional ha conseguido los últimos 11 años. Eso no quita que realmente le hayan jugado de manera chueca a la hora de hacer el papeleo pertinente para poder contender por la diputación, que en la mesa le fue arrebatado de forma sucia, pero es mentiroso Rodolfo Walss al declarar que no quería ser candidato a diputado; él hizo los trámites, y una hábil jugarreta de sus contras logró impedir que compitiera democráticamente entre los propios panistas.

En el plano nacional es lo mismo. Ahora en campaña está el presidente con licencia, Gustavo Madero, quien busca reelegirse, postulando como secretario general al diputado Ricardo Anaya, quienes se enfrentan al senador Ernesto Cordero, consentido del expresidente Felipe Calderón, y quien compite en mancuerna con Juan Manuel Oliva, exgobernador de Guanajuato.

Todo pareciera normal en el proceso de renovación o reelección del presidente del Comité Ejecutivo Nacional, como lo había sido antes. Pero en esta era post gubernamental las condiciones son muy diferentes. Las peleas ramplonas que antes se veían en los municipios y estados, hoy por hoy están expuestas al reflector nacional. El otrora poderoso secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, parece un político pendenciero de poca monta. En tanto Madero, poco a poco se fue acostumbrando a usar el poder más en su beneficio personal que en conducir ordenadamente su partido.

Al final de cuentas lo que los panistas hagan o dejen de hacer con su partido es asunto muy de ellos. Claro está ahora que muy lejos se encuentran de la simpatía de la sociedad que lograron alcanzar en aquel verano de 2000, cuando la mayoría les depositó su confianza para sacar democráticamente del poder al entonces partido de Estado. Eso es historia, el problema es que el PAN había sido el partido más ciudadano, más de ocasión para los millones de votantes independientes que en función de las circunstancias daban su sufragio al histórico partido opositor. Eso parece no existir más, es cuestión de meses para que Acción Nacional sea reducido a su mínima expresión en décadas, mientras que la única oposición al PRI la constituirá una perenne izquierda dividida.

Larga vida al PRI entonces, que sí tiene vocación real de partido político y de organismo creado para ganar y detentar el poder, dejando en segundo término su ideología. El PAN en cambio dejó su ideología y cedió pronto a la tentación del poder y del dinero, que lo convirtió en poco más de una década en el adefesio en el que lo tienen inmerso sus miembros.

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