La dinámica con que se movía la regulación de la producción para mantener el precio del crudo en su nivel más elevado, ha cambiado.
La dramática caída del precio del petróleo y la depreciación del peso frente al dólar nos hacen temblar. Sin embargo, la situación es mucho más compleja de lo que aparece a primera vista. Es cierto, el precio de la mezcla mexicana se derrumbó ya algo más de un 40 %, ayer cerró en 51.62 dólares, lo que sin duda tiene un impacto negativo múltiple sobre la economía. México ha disminuido la dependencia que tenía hace algunas décadas de las exportaciones petroleras que representan ahora el 13 % de las exportaciones totales del país, a principio de los ochenta eran el 68 %.
Atenúa la caída el Fondo de Estabilización de los Ingresos Petroleros (FEIP), una especie de seguro que México utilizó ya en 2009 y que estará utilizando por segunda ocasión y que asegura un ingreso mínimo por barril de petróleo de 79 dólares. El mayor problema es que de los ingresos fiscales totales el petróleo aporta el 33 %.
México tiene una situación en la que es, por un lado productor y exportador de crudo, y esto lo sitúa como perdedor al caer el precio internacional. Pero resulta que es también importador de gasolinas, siendo por tanto consumidor, lo que le reporta importantes ganancias, más aún cuando los precios de la gasolina no se ajustan al precio internacional. Aunque, la ganancia en el precio de venta no compensa la pérdida de las exportaciones.
La caída de los precios beneficia a las economías de los consumidores, particularmente en invierno cuando el consumo alcanza sus niveles máximos. Entre las economías más beneficiadas estarían las de Japón y Europa. Anteriormente estaba también la de Estados Unidos, pero ahora el mayor consumidor de crudo está produciendo alrededor de 8.5 millones de barriles diarios.
La interrogante que se plantea frente al derrumbe de los precios, es en qué momento tocará fondo. La dinámica con que se movía la regulación de la producción para mantener el precio del crudo en su nivel más elevado posible ha cambiado. Arabia Saudita y otros países no están dispuestos a reducir sus exportaciones para que el precio se eleve, mantienen la producción y con ello aumentan la caída. ¿Qué persiguen los productores y exportadores integrantes de la OPEP? Lo que se puede apreciar es que golpea duramente sus intereses el aumento de la producción de Estados Unidos, por lo que pretenden descarrilar la producción de petróleo proveniente de yacimientos con mucha mayor dificultad de extracción, tecnologías sofisticadas y por lo tanto mayor costo, un petróleo sostenidamente barato lo haría incosteable, lo sacaría de la competencia internacional.
La OPEP y en particular su principal exportador, Arabia Saudita, libra una guerra por mantener la hegemonía exportadora que no está dispuesta a perder. Hay un superávit de petróleo. Lo que derrumba los precios es un exceso de oferta que el mayor exportador no está dispuesto a absorber a largo plazo. Por eso la OPEP no reduce sus niveles de producción. ¿Puede Estados Unidos competir en esas condiciones?
En el caso de México, hay otra faceta que es necesario tener en cuenta. Cuando se abren oportunidades de inversión de empresas petroleras internacionales, al mismo tiempo que cae el precio del petróleo y de ser ésta una tendencia de largo plazo, resultaría menos atractivo el interés por invertir en México que si el barril estuviera a 100 dólares o por lo menos cerca de los 70. Una inversión nueva, en condiciones que apenas se abren y con un barril de petróleo barato, puede representar mayores dificultades o por lo menos menores alicientes para la inversión extranjera. Es mucho menos atractiva la inversión en el gas shale. ¿Hasta qué precio es rentable la extracción de petróleo en aguas profundas? Y bueno, todas estas interrogantes están vinculadas no sólo con el piso al que llegue el precio, sino principalmente con la duración o permanencia de la caída.
Las guerras del petróleo tienen una incidencia importante sobre economías que se recuperan todavía con cierta dificultad. Impulsará a los países consumidores un petróleo más barato con un precio casi 50 % menor a lo esperado, precisamente en invierno, cuando los precios suelen alcanzar sus niveles más elevados. Estamos ante una guerra para eliminar competidores en la producción de petróleo, para evitar que fuentes alternativas (con un costo de extracción mayor) puedan cambiar el eje del control del mercado petrolero.
(Periodista y analista internacional)