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Las Vegas

Addenda

GERMÁN FROTO Y MADARIAGA

Decía Facundo Cabral: ¨Prefiero pasar la vida andando por los caminos, que verla pasar sentado en una mecedora". Yo pienso lo mismo, por ello en cuanto me dijeron: "Vamos a Las Vegas", acepté.

No todos los días se cumplen años y bien vale la pena festejar en forma.

Y así se inició el viaje. Al cruzar migración, en Houston, me preguntó el vista: ¿Adónde va? A Las Vegas, respondí. Y eñadió: Pórtate bien.

En efecto, Las Vegas (todo el mundo lo sabe) es un lugar de perdición. Peligrosos vicios hay en ella: juego, licor y mujeres, combinación casi mortal para cualquiera.

A mí me gusta, porque se come bien y puedes ver espectáculos majestuosos. ¿Qué más se puede pedir a los sesenta? Ya cuando has pasado, como dicen por ahí, "de la edad de la pasión a la edad de la pensión".

Coincidimos en el viaje, con Laura y César, que estaban aquí, por una convención de maquinaria, así que la compañía fue excelente.

Es el año chino del caballo, así que los hoteles estaban bellamente adornados con ese motivo. Me acordé de Pancho y Poncho, por razones étnicas y le llevaré a uno un recuerdo y haré una oración por el otro.

Ya instalado en el hotel, me dediqué un rato a caminar por las mesas de ruleta, sin apostar mayormente, porque de cualquier forma vas a perder, prefiero gastarme el dinero en ropa.

Laura se empeñó en que fuéramos a ver el espectáculo "Los hombres de azul", yo ya estaba advertido por mi amigo Chuy, que no valía la pena, pero acepté por solidaridad. Y en efecto, no vale la pena.

César nos invitó a comer con un grupo de clientes y expositores y fuimos con gusto, porque además el bufet del Wynn es delicioso y no te lo acabas.

En recuerdo de Poncho, me fui de compras a Nordstrom. A veces encuentra uno buenas ofertas y en general es garantía de excelencia. Sólo que yo no compro como lo hacía él, que parecía que se iba a acabar el mundo.

Mujeres hermosas de todo el mundo, bellezas exóticas, que sólo de verlas se te derrite el alma. Sofisticación y esplendor, así es el mundo de Las Vegas.

Llega uno a una edad en que ya no puede andar desperdiciando tiempo y dinero. Si se gasta hay que gastarlo bien.

Porque, como dice mi amigo Íñigo: "La vida es como una semana, querido Germán. Y nosotros ya andamos en el jueves por la tarde".

Pero Dios y la vida han sido generosos conmigo y eso debo de agradecerlo todos los días.

Me han regalado momentos inolvidables, experiencias únicas y amigos entrañables.

Pero aún quiero más y no me voy a sentar en una silla a ver la vida pasar, seguiré andando mientras Dios me lo permita.

Este breve texto, es sólo para compartir con amigos y lectores la dicha de haber cumplido un año más de andar por esta tierra.

Y agradecer también a todos los lectores de esta columna, el que cada semana me dispensen unos minutos para compartirlos con ellos.

Como a cualquiera, me encanta saberme leído y querido y aun criticado, porque si lo hacen es señal de que me leyeron.

Agradezco a El Siglo, la generosidad de este espacio y a ustedes su compañía a distancia.

Por lo demás: "Hasta que nos volvamos a encontrar que Dios te guarde en la palma de Su mano".

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