Las aguas parecen aquietarse luego de 75 días de la desaparición y aparente ejecución de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, Guerrero.
Las lecciones tras amargas semanas de protestas violentas, marchas pacíficas y de la indignación general de los mexicanos, son muchas y dolorosas.
Hay varios de mayor importancia que a continuación intentaremos desojar:
1. Quedó demostrado que el sistema de seguridad nacional opera de manera por demás deficiente. Que un político con antecedentes criminales llegue a ser alcalde y que la policía municipal acate su orden de matar y secuestrar a estudiantes resulta por demás intolerable.
2. México está muy atrasado en materia de investigación forense. Queremos construir un aeropuerto supersónico pero no somos capaces de indagar la identidad de cadáveres incinerados y peor todavía las autoridades no tienen idea del número real de personas desparecidas en México y menos de la cantidad de fosas humanas.
3. La corrupción, podredumbre política y el contubernio entre grupos de poder y del crimen organizado ha llegado a niveles impresionantes. Ya lo habíamos visto en Michoacán, Tamaulipas, Coahuila, Sinaloa y Morelos, por citar los estados más complicados, pero lo ocurrido en Iguala en la relación entre el alcalde José Luis Abarca, los jefes policiacos y el cártel local Guerreros Unidos no tiene nombre.
4. El descrédito de las autoridades de este país no tiene precedente, sean a nivel municipal, estatal o federal o bien del ámbito legislativo y judicial. Resulta muy peligroso cuando una sociedad deja de confiar en sus autoridades porque surge un vacío que será ocupado por cualesquier otro grupo de poder sin descartar a la delincuencia organizada.
4. La violencia en México ya superó todas las expectativas no solo por tantas miles de personas asesinadas en los últimos años sino por la saña y crueldad con la que se cometen la mayor parte de los homicidios. No recordamos época más violenta en nuestro país desde la revolución mexicana cuando más de un millón de habitantes perdieron la vida por los choques armados.
El problema de la violencia es indudablemente el más serio de todos y es el que debe llevarnos a toda la sociedad mexicana -políticos, académicos, investigadores, periodistas e intelectuales-a reflexionar profundamente.
Es menester realizar un diagnóstico veraz de esta compleja problemática y después promover acciones que conduzcan a su solución. Pero no se trata solo de aprobar nuevas leyes que luego ni se cumplen, sino de emprender cambios reales y profundos en todos los sectores: social, educativo, cultural, familiar, político y económico.
Con el perdón de los más críticos de este país, pero sinceramente no podemos culpar a Felipe Calderón o a Enrique Peña Nieto por las miles de muertes ocurridas durante sus respectivos gobiernos. Sería tanto como responsabilizar a George Bush de los tres mil fallecidos durante los atentados del 2001.
Podemos reclamarles por no tomar soluciones eficaces para detener tales masacres sociales, pero a final del día a todos los mexicanos nos toca alguna parte de la responsabilidad, ya sea por actuar como padres ignorantes, como ciudadanos apáticos o como profesionistas mediocres.
En diez años han muerto en México de manera violenta alrededor de cien mil personas cuando en El Salvador la guerra civil cobró 30 mil vidas. La descomposición social se ha agudizado y a estas alturas nadie sabe a ciencia cierta lo que ocurrirán mañana y si Ayotzinapa, Tlatlaya o Aguas Blancas se repetirán una y otra vez como ha venido ocurriendo.
Imaginación, visión y sabiduría de estadista es lo que necesitamos en México por parte de las autoridades que dicho sea de paso no dan pie con bola.
Para colmo caen los precios del petróleo, el peso se tambalea, las bolsas sufren rebajas en tanto la clase política reacciona con lentitud e inefectividad. ¿Hasta dónde llegaremos?
Apunte final
En 54.4 dólares cerró el precio de la mezcla mexicana en tanto el dólar llegó a los 14 pesos con 85 centavos. ¿No decían que la economía mexicana estaba blindada y no petrolizada?
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