El Papa llamó al G-20, que se reunirá el fin de semana en Australia, a combatir las fuentes que alientan a los grupos terroristas de Medio Oriente con apoyo político, tráfico ilegal de petróleo, suministro de armas y tecnología.
Esto en una carta enviada al primer ministro australiano, Tony Abbott, en vista de la cumbre de los 20 países más importantes del mundo prevista para los próximos 15 y 16 de noviembre en Brisbane.
En su mensaje Francisco constató que resulta “cada vez más evidente” que la solución al grave problema del terrorismo en Medio Oriente “no puede ser exclusivamente de naturaleza militar”.
“El mundo entero espera del G-20 un acuerdo cada vez más amplio que pueda llevar, en el marco de la ordenación de las Naciones Unidas, al fin definitivo en Oriente Medio de la injusta agresión contra diferentes grupos, religiosos y étnicos, incluidas las minorías”, indicó.
“También tendría que llevar a la eliminación de las causas profundas del terrorismo que ha alcanzado proporciones hasta ahora inimaginables; entre esas causas están la pobreza, el subdesarrollo y la exclusión”, agregó.
Sostuvo que el conflicto deja “cicatrices profundas” y produce “situaciones humanitarias insoportables”, por eso pidió a los mandatarios del G-20 que “sean ejemplo de generosidad y solidaridad” con las víctimas, especialmente los refugiados.
Consideró necesario sumar un esfuerzo educativo y una concientización más clara de que la religión no puede utilizarse como forma de justificar la violencia.
También reconoció que la situación en Medio Oriente ha replanteado el debate sobre la responsabilidad de la comunidad internacional de proteger a los individuos y los pueblos de los ataques extremos a los derechos humanos y del total desprecio del derecho humanitario.
Según Jorge Mario Bergoglio, los Estados miembros del G-20 deberían además preocuparse de proteger a los ciudadanos de sus países de otras formas de agresión, menos evidentes pero igualmente reales y graves.
Indicó entre estas formas de agresión a los abusos en el sistema financiero, a la especulación desligada de vínculos políticos o jurídicos y a la mentalidad que ve en el máximo beneficio el objetivo final de toda actividad económica.
“Con una mentalidad que, en último término descarta a las personas nunca se logrará la paz y la justicia. Tanto a nivel nacional como a nivel internacional, la responsabilidad con los pobres y marginados debe ser, por lo tanto, un elemento esencial de toda decisión política”, apuntó.
