Lo más preciado
¿Qué se llevaría si tuviera que abandonar su hogar en un minuto? No sabe cuándo va a volver. Es más, no sabe siquiera si volverá. ¿Qué, de entre todas sus pertenencias, se llevaría? Sólo tiene un minuto para elegir.
Mahbola se llevó una olla lo suficientemente pequeña para poder cargarla y, al mismo tiempo, poder cocinar algo para las tres hijas que huían junto con ella. Juan se llevó un libro que le había regalado su madre: El poder del pensamiento tenaz. Eso le daría fuerzas para seguir adelante. Leila tomó un álbum de fotos familiares, para recordar tiempos felices. Hay quien eligió un sombrero, una guitarra, una Biblia, un puñado de tierra de su patio. Y hay quien no pudo elegir nada: no tuvo ni ese minuto para tomar un objeto preciado. Entonces, conserva la camisa, sandalias, un pedazo de la ropa que vestía el día en que le cambió la vida.
El 20 de junio se conmemora el Día Internacional de las Personas Refugiadas, y ha debido fijarse esta fecha en el calendario, dada la magnitud del problema. Cada minuto, ocho personas deben abandonar su hogar para huir de la guerra, el terror y la persecución. En lo que usted lee este texto, al menos diez familias en el mundo están abandonando su hogar para salvar su vida.
Más de 40 millones de personas abandonaron su hogar en 2013, según cifras de la Organización de las Naciones Unidas (ONU); casi la mitad son niñas y niños. En este conteo no se encuentra la cifra de las personas que en nuestro país se han visto obligadas a abandonar su ciudad, en medio de esta crisis a la que llaman «Guerra contra el narcotráfico». «Desplazadas internas» es la categoría que la ONU da a las personas que huyen de sus hogares, pero no cruzan la frontera. Con los debidos matices, en esencia es igual. Huyen del horror y dejan media vida en el sitio que abandonan.
¿Qué me llevaría si tengo un minuto para abandonar mi hogar? Miro a mi alrededor y veo la foto, aquélla en la que mi familia sonríe y la felicidad nos sale por cada comisura. Sí, esa foto tendría que figurar en mi precario equipaje para, como Leila, recordar días felices y aferrarme a la certeza de que la felicidad no se evapora, sólo entra en pausa.
Miro la luna de madera que me sonríe en mi pequeña oficina. Sí, esa luna tendría que acompañarme para que pudiera recordar que los sueños me habitaron y más de uno se hizo realidad; si algún día eso fue posible, algún otro día lo será de nuevo. Miro una de mis libretas llenas de hojas que esperan por mis letras. ¡Sin duda eso me llevaría! Es más, si apenas tuviera un segundo para elegir, sólo eso me acompañaría: una libreta y una pluma.
Porque escribir me desahogaría, literalmente. Escribir me ayudaría a no olvidar lo que me es importante. Escribir me dejaría la certeza de que todo es pasajero y que algún día podré contar lo que vivo. Escribir me salvaría de la desesperanza y la locura, como muchos otros objetos han salvado a millones de personas cuando su mundo se desquicia. Piense. Tiene un minuto para abandonar su hogar, ¿qué se llevaría?