Diversos estudios realizados por miles de investigadores en todo el mundo, se han encargado de dar evidencia científica a la relación entre el aumento de los gases de efecto de invernadero y el cambio climático. Desde luego resaltan los llevados a cabo por la Evaluación del Milenio y por el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés). Estas investigaciones han dejado dos cosas claras: que la pérdida de biodiversidad es el otro lado de la moneda del cambio climático, y que este último se caracteriza por un aumento en la temperatura, cambios en el ciclo hidrológico, elevación del nivel del mar y mayor frecuencia e intensidad de eventos climáticos extremos como huracanes y sequías.
Cada año se talan aproximadamente 100,000 kilómetros cuadrados anuales de bosques en el mundo y más de 600,000 ha en México, los ecosistemas más afectados son las selvas tropicales y los bosques templados, cada vez se pesca más y el 25 porciento de la superficie terrestre se ha convertido a terrenos agrícola. En todo esto, se va la vida de poblaciones completas de plantas y animales silvestres, llegando al extremo de poner en peligro de extinción algunas especies, o incluso a la desaparición de éstas.
Con el cambio climático, algunas áreas serán más calientes y podrá reducirse o aumentarse la cantidad de lluvia anual, además, los huracanes intensos aumentarán en algunas regiones y las sequías en otras, exacerbando la pérdida de biodiversidad y provocando una gran cantidad de calamidades sociales y económicas.
Desde finales de la década de los ochenta y con mayor determinación desde 1992, en la Reunión de Río de Janeiro, se vio la conveniencia ecológica y económica de definir una estrategia adecuada y eficaz para enfrentar el calentamiento global y el cambio climático. No obstante, es hasta principios del nuevo milenio, año 2000 en adelante, cuando se reúne suficiente información y el mundo se da cuenta que los costos totales de mitigación de los gases de invernadero son definitivamente menores que los costos de inacción, o sea de no hacer algo.
Es hasta entonces que se define una estrategia clara y un acuerdo global para reducir las emisiones. Algunas estimaciones importantes que se convirtieron en un argumento a favor de la mitigación, es la de Stern, quien calculó que los costos de la inacción implicaban perder entre el 5 y el 13% del Producto Interno Bruto (PIB), mientras que los costos de mitigación llegaban a sólo 1% del PIB, aunque pudieran ser mayores.
En el estudio realizado sobre México por la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), se afirma lo siguiente: "Evidencia disponible muestra que el cambio climático tiene y tendrá impactos significativos, crecientes y no lineales en el tiempo en la economía mexicana, donde algunos de ellos son irreversibles. Los impactos y los procesos de adaptación esperados son, sin duda, importantes y crecientes a lo largo del siglo en diversas actividades económicas tales como el sector agropecuario, el sector hídrico, el cambio de uso de suelo, la biodiversidad, el turismo, la infraestructura y la salud de la población. Existen además efectos negativos significativos que no tienen un valor económico directo, pero que son inaceptables, como la pérdida de biodiversidad.
Las consecuencias económicas del cambio climático para México, son ciertamente heterogéneas por regiones e incluso puede observarse ganancias temporales en algunas regiones como consecuencia del cambio climático. Pese a ello, las estimaciones para el caso de México muestran que las consecuencias económicas negativas superan a las ganancias temporales en el largo plazo y que existen límites de tolerancia."
"Más aún, existen límites irreversibles, donde los costos aumentan más que proporcionalmente. Al mismo tiempo, los riesgos de daños muy elevados asociados a eventos extremos se incrementan con el tiempo. En este sentido, es necesario no sólo ponderar los costos y beneficios del cambio climático sino también considerar la compra de un seguro? ante la posibilidad de cambios o impactos más extremos. Conjuntamente, existen procesos de adaptación en curso que pueden ser ineficientes al no incorporar toda la información sobre el cambio en la distribución de las variables climáticas y que, en algunos casos, están sobreutilizando recursos que posteriormente serán limitados como las reservas hídricas del país."
Por lo pronto, de acuerdo con los investigadores de la Facultad de Economía de la UNAM, México tiene que gastar de 0.7 a 2.21 porciento de su PIB anual, más menos 224,000 millones de pesos al año en bajar 50 porciento sus emisiones para no perder 6.2 porciento del PIB por los impactos medioambientales, éstos representan un costo de 630,000 millones de pesos por año (Rev. Expansión).